Flotando

En una dimensión individual. Envuelta. Así está. Supongo, imagino, creo. La verdad, me tomo la libertad de pensarlo. Lo cierto es que no lo sé. Nunca he visto su rostro. Nunca nadie la ha visto. De ahí su leyenda. Dicen que de tan real, se esfuma como espectro entre las personas. 
¿Nunca se ha dejado ver? No creo, no del todo. En todo lo que hace, está. Siempre es ella. La quieren, la conocen, seguros están todos de haberla visto crecer. Hasta puede que eso haya pasado. Calles, esquinas, abrazos, sí fueron reales, solo que tal vez de paso.
No todo en su corazón es tan claro. Tiene prisas, tiene pánicos, tiene gritos que han huido tomados de sus manos. También ella ha amado, ha querido matar, ha querido morir para atesorar su felicidad. También ella ha escapado, ¿quién no? También la han abandonado. También creció en soledad aun con ellos a su lado.
Se pregunta –asumo- ¿cómo puede osar el mundo llegar a comprenderla?
Me pregunto, ¿acaso le importará?  
Diga y haga lo que quiera. Su búsqueda habla por ella. La expone, la delata, la avergüenza. La hace enorgullecer. La hace respirar, ahogarse, morir en pequeña cantidad. Levantarse, sonreír, caminar.
Pero entonces abre sus ojos. Y nuevamente ahí, en ese terreno que parece cómodo, pero que es extraño. Su silencio. Su pasión. Sus anhelos. Todo encerrado en el mismo cuarto. La misma luz, los mismos ojos, una cama, el mismo temor.
Eso es. En la materia oscura que sostiene la luz de sus estrellas. Ese agujero de su universo individual. El recoveco más tenue de su corazón. Eso que la mantiene despierta a veces, que le saca lágrimas sin sentido aparente, que la hace querer ser buena, ser feliz, ser alguien, ser real. Eso, ahí, en ese lugar… ahí está ella.

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