Interrumpiendo avanzo

Abortó. O sea, tuvo un aborto. Tuvimos. Fue algo espontáneo, natural. Ese último fue así, toda una ironía: Luego de tanto embarazo no deseado, surge ahora un aborto no deseado. Mierda de estado en ese momento. Indecisiones constantes en viajes enfermos y cobardes. O tal vez el orgullo de decidir no ser padres, con mucho nervio por hacerlo real. No sé…
Siquiera recuerdo el primero, el primero de cuatro para ser precisos. Toda una relación abortera o una relación que construía otro camino. Da igual el punto de vista, pero así pasó. Fueron tres viajes en implícita clandestinidad hacia la frontera del marco legal, político y territorial. Una opción inexplicable, solo circunstancial. Y un episodio natural que ya mencioné: La ironía del deseado que sigue a sus hermanos muertos.
Ese último –el conchito- fue la firma de una revelación: tanto cuerpo y tanta sangre puede que cambien los aromas que llegan a tu cerebro. Cuando eso pasa, una vida se despega de otra. Se interrumpe la vida y la posibilidad de hacerla. Se rompe, se termina. Uno termina por mandarse a la mierda, por irse a la mierda y por sentirse una mierda.

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