Revolución-ando
Hay que cambiar el horario y el calendario. El reloj de
sesenta minutos y el calendario gregoriano. Nos tienen mal –me tienen mal-. Nos
están haciendo mierda la vida: los pensamientos, las emociones, nuestra
organización. Es urgente ese cambio, esa gran revolución.
No es un orden nuestro, es un orden funcional,
instrumental y siniestro.
No es utopía, no es irrisorio ni
irreal ni equivocado. Es un proceso histórico, un fenómeno de cualquier
dimensión, época o geografía. ¿Por qué no ahora? ¿Por qué no ya? Está más que
claro… Cambiamos.
Esto cambió. El mundo se fue a la
mierda. Estamos en esto post 2da guerra. En los sesenta cayó la ciencia, cayó
la sociedad. Desde ese momento en guerras sin pertenencia. Al menos nunca han
sido nuestras. Hablo de nosotros, los de acá. Los de este pedazo de tierra. El
territorio, acá.
Decolonial, ¡decoloniza! Tzolkin
maya, Calendario entropía, Calendario cósmico, la huevada
que quieran, pero que se base en el Sol, la Luna, la Tierra.
Luna. Ella la más bella, la mujer
del orden sideral, nuestra jefa directa en comunión con el Sol, el Dios original:
el personaje principal de toda obra religiosa, de todo conocimiento, de toda
realidad cultural.
Está sucediendo. No coinciden los
ritmos con los sentimientos. He visto cuánta señal de renacimiento y aún no
tengo la valentía de volar. Pero al menos me avergüenzo, me doy cuenta. Sé que
debiese armar los sueños, que debiese dejar la ciudad. Tal vez una fuga, un
destierro, un viaje a la negada realidad, más allá de las ventanas, las
puertas, el cielo.