Tiempos de muerte
Hubo un tiempo en que la muerte rondó, la suya y de quien
lo crió. Era la extraña casa de los dos. Enojo, congoja, muerte. Y no era una
enfermedad voluptuosa, sino un vómito cotidiano de irritable respirar. La
desazón que produce la desatención. La falta de entendimiento por la vida, los
afectos, la emoción.
Hubo un tiempo donde morir era la
palabra. El término popular en una casa de extrañas personas. Donde el rostro
acongojado de cada mañana impulsaba a dejar la cama, no comer, salir por la
puerta, estar en otro lugar. Solo morir era el deseo, la pasión, el resultado
de causas sin nombre ni evolución.
Hubo un día donde se produjo una persecución. Se
siguió a una persona hasta el océano. Desde lejos se veía su cuerpo entrar en
el mar. No había lágrimas ni proyectos ni palabras. Solo una casa deshabitada buscando
otra vida más allá de la arena, antes de las estrellas, camino al Sol, justo
antes de hundir salada su luz.