Ventana materna
No todos los días se juega una vida. No siempre
brillan los ojos que miran frontal. Nunca tal vez sea un buen día para iniciar
el juego por una, o dos vidas. No es un juego, la verdad. Es una osadía, una
jugada real.
No es correcto jugar si no es un buen día. Podrá
existir displicencia en la rutina laboral, no así en la emocional conexión. No
siempre un abrazo suspira. No todos los días una persona entrega toda su vida.
No es un juego, es un caudal de latidos. Un sentido que hace estallar la vista,
las pupilas rebosadas de esperanzas y recuerdos. De la inseguridad de haber
perdido tanto. O la vergüenza de no estar.
Tal vez sea esa la mentada madurez. Aprender a
sentir y vivir con ello. No huir, agrandar el cuerpo, pelear, quedarse, nadar.
Simple como mirar a los ojos. Dulce como su
cuello y su piel. Una vida compleja para el desafío de transformar un vuelo
adverso en una retirada del planeta. Ascenso hermoso. Así de trascendental.
No es mentira, es verdad. Estas almas, estas vidas,
están jugadas. El Sol conspira. De pronto no es solo desear una estrella, es
quererla, amarla, no soltarla. Morir por ella.