Curva descendente


No es vergüenza (sí lo es, también). Más bien desazón. No fue grato. Fue tenso, incierto, desconocido. Fue un acto estúpido. Espontáneo y atrevido. Patético y rechazado. Un mal de ego. Una manifestación de la multiplicidad real. Hastiado, molesto, contrariado.
Un punto de encuentro, una conexión, no por bondad se convierte en un piso. La vida es de a dos, tres, miles. No de uno, no siempre se es solo individuo. También se vale cautivar a otros. Ser bien recibido.
Un estado extraño, con pesos que oscilan entre abstractos e impositivos. Una sobrevivencia. Como esos días en que te quieres puro matar, aunque jamás lo harías. Esos días que no encajan en la armonía. Que te hacen, no dudar del corazón, sino más bien cuidarlo más.
Un estado molesto, sorpresivo, somnoliento. En deuda, en rabia y en desidia. Aunque en un respeto universal. En la única forma de salir vivo, decente, digno. Aprendiendo de la adversidad. Siendo uno más de los que respiran.
Pretendiendo que nada pasa. Al parecer emerge una enfermedad. La temida manifestación de la cabeza. La tribulación, la duda, la violencia. La soledad que de torpe se construye. Que hoy se manifiesta.  

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