Saludo
Quería escribir nada más. Eso quiero,
es decir, escribir nada más, no molestar, no de pronto volver a decir cosas que
tal vez no quieras saber ni escuchar. Por eso esto no es una carta. O sea, sí
lo es, pero no una para ti. O sea, no una que a ti entregue, porque sí es una
carta y sí es para ti. Pero no es una carta que vaya a entregar en persona,
pero es una carta que podrás ver igual. Y cualquier otra persona en realidad. Pero
es para ti.
Es algo que quiero que sepas, que te
enteres… En realidad, quiero que cuentes con el amor que siento por ti, eso es,
solo porque así es y porque sucede. Y, como involucrada, es válido que lo
sepas. Sin importar que importe, sin esperar que respondas, sin intención más
que expresar.
Te quiero. Es eso.
Es una carta porque escribo esto pensando
en ti. Lo es porque hoy te vi y verte es como encontrarse con un superhéroe,
como ver a una estrella en la calle de esas que no ves nunca y te pone nervioso
solo verla. No eres cualquier persona, lo sabes.
Es una carta porque pienso en ti cada
tres o cuatro días, o cada cinco, no sé, pero seguido. A veces semanas
completas, a veces harto rato en las mañanas, a veces cuando estoy en el
trabajo, también a veces en la noche antes de dormir, o cuando veo estrellas,
cuando me meto al agua, cuando escucho un tema de The Killers, uno de
Aerosmith, uno de Ángel Parra Trío, uno de una banda que no recuerdo el nombre
ahora, varios de Dream Theater, muchos de Radiohead y un disco completo de The Chemical
Brothers. Pienso en ti cuando hablo con mi gato, a veces cuento cosas que
siento a mis amigos, escribo por y para ti muy seguido, te tengo en mis
oraciones al sol, cuando voy a trotar, cuando activo la glándula pineal, cuando
hablo con mi padre, cuando le cuento cosas a mi hija y cuando juego o he visto
o pienso en mi nieta. Me acuerdo de ti cuando miro al horizonte, también cuando
me ha pasado algo bueno, cuando hago algo bueno, logro algo o me aplauden por
algo, también cuando estoy solo, cuando todos se van o cuando tengo penas,
cuando es año nuevo y cuando es navidad, también el día de tu cumpleaños y el
día de mi cumpleaños. Me acuerdo de ti cada vez que miro a algún lado y no hay
nadie. Me acuerdo de ti como si te conociera, como si nunca te fuese a olvidar.
Como si en un universo de situaciones, lugares, tiempos y personas, tu fueses
la única que acompaña a la familia que tengo en todo lo que siento, pero sin
estar conmigo, sin ser nada oficial.
Bueno eso es, siempre estás tú. Es
decir, siempre estás, como sea y en cualquier lugar. Y esto ha venido pasando,
más o menos, los últimos cinco años.
Obvio he hecho mi vida, he hecho
cosas, he visto lugares y conocido personas, pero tú nunca dejas de
pasar/estar/sentir. Por eso esta carta es para ti, ¿para quién más sería? ¿Para
quién más podría ser si no para ti? Lo único no más es que la puede ver
cualquier persona. Fuera de eso, es una carta normal dirigida a ti.
Eso quería con esta carta, eso
quiero. Sentarme a escribir sobre ti, sobre tu recuerdo, sobre lo que pienso y
siento por ti.
Verte y pensarte nunca será cualquier
cosa. No es simple ver por ahí en la calle a una persona tan importante. Tú, siempre
recordada, la mujer más querida y la única que podría considerar el amor de mi
vida. Tú, de quien por ti escribo como Natasha, más allá de que seas en realidad
Alejandra.
Hoy te vi bajo un saludo soterrado,
casi imperceptible, un hola lleno de recuerdos y confusiones. De baja voz, sin
mirar, sin detenerse ni conversar. Un hola de cortesía, como quien saluda a un
conocido de la vida, no a la persona que solías amar.
Qué iba decir, qué iba mirar, qué iba
a sentir. Tú no me buscas, más bien te retiras, me ves y cruzas o te vas (digo,
como metáfora), me miras como sin ganas, más bien con nostalgia o dulzura o
incomodidad, como si fuese una persona a la que, en una ciudad pequeña como
esta, se debe saludar solo porque tal vez la viste algún día.
Y claro, yo te vi. Nos vimos. Dormí
contigo y te hice el amor. Compartí, compartimos. Te amé, me amaste, me hiciste
el amor muchas, muchas veces. Lo juraste, lo prometiste y me salvaste. Me
amaste y yo te amé. Te cuidé. Aportaste y aporté. Despertamos, estuvimos, me
tuviste y yo a ti. Nos abrazamos. Cerramos los ojos después de mirarnos fijos uno
al lado del otro… Y durante mucho tiempo.
¿Cómo habría de olvidarte? Lloré más
días de la cuenta pensando en ti. Hoy te vi, pasaste a mi lado. Hoy te vi y
nunca te detuviste a ver quién yo era, quién yo soy, cómo te recuerdo, cómo
deseo estar contigo. Tú solo pasaste y dijiste ‘hola’. Tú no miraste, avanzaste,
caminaste calle abajo y no miraste hacia atrás. Yo te seguí con la vista dos
calles más. Tú no me amas, tampoco me odias, tú no estás, digo, no conmigo, estás
en otro lugar, estás bien, espero, estás en otra. Tú aún no me puedes mirar.
Tal vez incluso aún no podemos hablar, aunque un día hablamos de un par de
cosas, ¿recuerdas? Como si nada pasara, pura normalidad, de lo bien que te iba
en la universidad.
Bueno, como sabes, en ocasiones escribí
para ti mensajes de whatsapp. Nunca olvidé tu número. Cada vez que te escribí
–que no fueron muchas- siempre fue bien lindo y en buena. Fueron ocasiones en
que no podía más silenciar todo lo que estaba pensando. Cuando te vi en año
nuevo (este último año nuevo), por ejemplo, quedé en un limbo entre el carrete
que era todo eso, mi cabeza, mi estado de ánimo y tu presencia ahí con otra
persona. No tenía una mínima idea que podrías estar ahí. Y ahí estabas, aunque
no sola, pero estabas.
¿¡Pero tenías que bloquearme,
verdad!? ¿O me eliminaste? No eran mensajes
jotes, solo buenos deseos y lindas palabras. Siento haber molestado así ¡tanto!
Pero resulta que me pasa todo lo que detallé antes en el inicio de esta carta. Aunque
no pensaba hacer de eso un martirio, para tu tranquilidad. Como sabes, me
comporto. Así que no entiendo que me hayas bloqueado. Tampoco es que escribía a
cada rato y menos causarte problemas. Me acuerdo de ti no más. Te quiero mucho.
Es eso. Te creís con tu bloqueo. Pero te sigo queriendo y espero que estés muy
bien.
Te ves bonita.