Citas
Douglas
Coupland
Nadie tiene
cuarenta en su cabeza. Cuando se trata de tu edad interna (…).
En mi mente,
siempre tengo treinta y dos.
Y luego me
sentí triste porque me di cuenta de que una vez que las personas se ven quebrantadas
de alguna manera, no pueden ser reparadas, y esto es algo que nadie les cuenta
cuando son jóvenes y nunca deja de sorprenderlos a medida que envejecen y ven
cómo las personas en su vida se rompen una por una. Te preguntas cuándo será tu
turno o si ya ha sucedido.
Cuando eres
joven, siempre sientes que la vida aún no ha comenzado, que la "vida"
siempre está programada para comenzar la próxima semana, el mes que viene, el
próximo año, después de las vacaciones, cuando sea. Pero de repente eres viejo
y la vida programada no llegó. Te encuentras preguntando: Bueno, entonces, ¿qué
era exactamente lo que estaba teniendo? ¿Ese interludio? (…) ¿Todo ese tiempo
que tuve antes?
(…) envejecemos.
Antes de darnos cuenta, ha pasado demasiado tiempo y hemos perdido la
oportunidad de que otras personas nos hayan lastimado. Para el yo más joven
esto sonaba como la suerte; para un yo mayor esto suena como una tragedia
silenciosa (en Alberto Fuguet, 2013, p. 152 – 153 [mal traducido]).
Alberto Fuguet
Esto sí lo
entiendo, seguro que no lo entendí en su momento: que el tiempo pase y no hayamos
tenido la oportunidad de que nos dañen. Curioso: ahora lo entiendo cabalmente y
es casi el único consuelo. Yo antes pensaba quizás al revés: ojalá logre dañar a otros, ojalá rompa
corazones. Ahora capto que lo que te da más espesor es haber estado mas
expuesto, el haberse atrevido a que, en rigor, se haya desatado una o dos
tragedias. No es suerte salir sin heridas de esto; el afortunado es aquel que
se atrevió a apostar y perdió. Aunque, por un momento, creyera estar ganando (2013,
p. 153).