Lapso de anhelo o de realidad
Son momentos
así. Ratos de conversaciones mentales. Preguntas, recuerdos, pensamientos. Rollos neuronales que apuntan a ciertos
deseos, imágenes de otra dimensión. Un adelanto en el tiempo bajo la
inseguridad de ser una divagación. Ojalá fuese cierto. De ser así viviría
contento.
Lo otro es que
sea un material para un mentado legado. Que signifique algo para este acto que
no se puede evitar. Que acompaña en el tiempo y cada tanto surge como urgencia,
placer o necesidad. Tampoco importa tanto. De igual forma, mientras tanto,
sigue el calor desgastando el cuerpo.
No cabe
preguntarse si la esperanza es también una realidad. Y ahí emerge la
inconciencia. El conflicto con la dualidad de las cosas y el intelecto. Como si
la vida fuese solo subir o bajar. Habiendo, por eso, sido infeliz todo el
tiempo. Un cúmulo circundante de dudas y extraños sueños. Bajando la estima por
no llegar a los extremos.
Si al menos
supiera qué es eso de tomar una decisión.
Qué es eso de parar, respirar, observar y hacer realidad. Una que conjugue con
los espacios y el tiempo. Con todo tipo de seres e interacción en el medio. Una
que deje tranquilo el sentido. Que permita dejar de respirar relajado y pleno.
Mirar de frente una muerte hermosa y natural.
Me niego a ser
llevado por la rabia. Prefiero aprender y en solitario analizar. Entrenar el
organismo, la resistencia y los movimientos. Estar preparado para cuando llegue
aquello que, en rigor, nunca va llegar, sino que se irá construyendo en la
búsqueda de su encuentro. Mientras exista algo que falte, peleando se deja un
rastro de realidad.
Yo no muero
cansado, suplicando o quieto. El final tendrá que ser una batalla. Una lucha
épica con aquello que quiera llevarse a otro más de este juego. Un día a la
vez, tal vez, o tal vez toda la vida al mismo tiempo. Haciendo cuanto me
indique la relación que tengo con el sol, el corazón y el centro del cerebro.