Registrando para real-izar
Las
fotografiaba desde atrás.
Hermosas,
libres, esperanzadas.
Simulando
volar en el aire.
Construyendo
una vida, creciendo.
¿Cómo ha de
ser para ellas esa sensación de vida normal-segura-alegre?
¿Cómo ha se de
ser eso que estimo como tal?
¿Cómo sería,
entonces, empatizar?
Sí es
relevante pertenecer.
Y ese algo
debe gustar, interesar, absorber.
Han pasado
varias cosas, como siempre y para todos.
Una desesperada
caída en el mar, el ahogo bajo el agua, la sensación de que algo puede salir
mal.
Miedo, mas no
ajeno a control mental y corporal.
Una especie de
indicador de existencia, sentido y naturalidad.
El cotidiano
entrenamiento para aquello que tal vez sí, tal vez no, tal vez sí-tal vez no,
ha de pasar.
Visité perros
ensordecidos.
Un lugar de
extraña y tenebrosa cotidianidad.
Un pedazo de
infancia y trozos de familia que se van tejiendo en conversaciones con un padre.
Un hombre de
belleza interna eternizada en el tiempo.
Respiro que inunda
los ojos, que trascienda épocas en memorias objetivadas, que imparte la base de
un armado generacional que lucha por ser real.
Participé de juegos
de niñas y de niños.
Personas con
hijos que alimentan, visten, cuidan, orientan, enseñan y acompañan de por vida.
Que
transcurren en plazas, playas y calles.
Todo lo cual
aunque cualquiera de todos no quiera.
La vida pasa
igual, ni siquiera el comportamiento la determina.
Es biológica,
genética y antropológica.
Es como
independiente de nosotros.
Es más bien lo
contrario.
Es un proceso
que parece costar, aunque siempre se va realizando.
Juego en un
juego que es urbano.
Es una arena
social de eventos incómodos que nunca son ideales.
Que son
aquello donde se está situado.
El contexto.
Ese campo para
el mentado habitus, la supuesta agencia y la asquerosa institucionalización.
Todo eso que
se busca desconocer, explorar o destruir cuando la droga es natural o
artificial.
Un paso tras otro que parecen obligados por un presumible tiempo.
Un paso tras otro que parecen obligados por un presumible tiempo.
Una especie de
marea, de corriente.
Y estás tú.
Existencia que
excita.
La piel de tu persona
que hace querer frecuentarla.
Cómo mira,
cómo habla, cómo se compone.
Cómo fluye en
dinámicas motrices, interactivas, subliminales y salvajes.
Eso que llaman
amor.
Que es el sexo
plasmado entre fluidos, respiros y transpiraciones.
La sensación
de adhesión, libídine, apego y comprensión mutua.
Esa que entre dos hace querer acompañarse,
cuidarse, acariciarse y conservar.