Sublime padecimiento
De
ejercitarlo, de entrenarlo, de entregarlo en amplio deseo y movimiento.
Se trata de un
encierro soterrado, incrustado en fracasos y tropiezos.
De la pasión
que ha seguido un sendero oscuro y lento.
De la alegoría
requerida para los últimos momentos.
De un amor que
se extraña.
Que se perdió
en medio de tanto arrepentimiento.
Se trata de la
compañía.
De la
felicidad compartida del cariño eterno.
Esa forma de
estar enamorado.
De sentir el
pecho, sacarlo de sí y estremecerlo.
Dónde está esa
mujer sin rostro.
Esa hembra que
ejercita el cuerpo y los sentimientos.
El organismo
que abre sus poros por sentir un abrazo franco y honesto.
Esa mirada
tierna de admiración y firmamento.
Las mañanas de
frutas y líquidos diversos.
De sol, mar y
agitados vientos.
El humo de una
expansión que complementa el vaivén certero.
Busco cerrar
los ojos y respirar sus misterios.
Caminar al
lado de sus hombros, ahondar en sus pensamientos.
Verla feliz
sin contratiempos.
Tocar su piel
y el calor por dentro.
Sentirla y
conectar.
Tenerla como
una familia.
Construyendo
un ciclo.
Un estilo de
unión y amor eterno.
Un instante que
cambia la vida, los dogmas, los argumentos.