Desprendimiento

Es hora de que esto se torne radical, serio, algo como un destino duradero. Una cosa que lleve a cambiar, que traiga de vuelta la libertad de la convicción, la fortaleza de un corazón sin ego. Eso. Un espacio divertido de crecimiento diario y eterno. Una práctica. La de prender la cabeza, la del ejercicio corporal, la de mirar a los ojos, ser espontáneo, franco, honesto. Tan serio como la alegre o triste verdad, pero verdad a fin de cuentas. Eso en serio. O sea ya, en este momento y acá, donde vaya, donde duerma, ame o me detenga a mirar el mar. Donde reciba la brisa de su rostro y el golpe de su sonrisa. Su mirada y sus caricias. Eso. Esa. Ella. ¡Cuánto extraño la seguridad de echar de menos! Cerrar los ojos y recordar. Eso de amar y estar enamorado. De tener poco aire y tranquilidad. Eso. Al parecer necesito amar, será que estoy emergiendo. Sea eso real, metafórico o literal. He amado y he muerto. He vuelto o he podido escapar. Me he salvado y me han liberado las hormigas, las hormigas de Paul Kazán. Eso. Algo como eso, como eso de ser pleno, seguro, erguido. Una vuelta al mundo –por favor- ahora que he conocido el destierro. Un encierro que ya no quiero más. Una caverna de luz tenue que prepara su explosión gloriosa. Una ola que no se puede dejar pasar. Eso. Algo serio y real, material, grave, peligroso, existencial, el mejor de los movimientos: desapego.


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