Banda sin nombre. Una historia de ciudad
Otoño, 2024 No siempre se camina solo. Medio en paz, medio perdido. Solo en serio, queriendo no estarlo, pero disfrutando feliz. Tras luces y ventanas, sombras y reflejos, un par de pasos agresivos. En las esquinas, una que otra mirada inquisitiva. Perros, basura, balizas. Qué calles más sucias --llego a pensar. Tampoco huelen bien. Y vuelve la belleza inexistente. Todo incompleto, roto, manchado, improvisado, impertinente. Se asume el desencanto. Se resiste. Una urbe, en algún momento, algún espacio, ha de tener sentido. Siempre habrá un extraterrestre que ilumine, que inyecte naturalidad. Respirar y caminar. Observar y dar pasos. Ser parte de algo, pero diferente. Las manos no salen de los bolsillos. La mirada es incierta, aunque gotea esperanza. De pronto, un salón en las calles. Más allá de un bar, anónima, una puerta de una casa. Una larga y oscura entrada. Como un túnel a la arena, al escenario. Un dj, dos bandas. Luces bajas, comida, colores. Una celebración significativa. Al