Nadie es culpable

No lo entiendo del todo, solo tiende a ser constante, una especie de corriente, un devenir, un acontecer. Un ritmo pulsado, un latido, un espiral. Un camino, un sendero eterno, un destino con futuro abierto. No lo entiendo, creo que es así. Carezco de estudio en esto, soy honesto. No sé bien cómo explicarlo. Ha de ser energía, algo más que materia y emoción. Una luz adecuada a la mejor versión de cada uno. El origen. Una glándula, tal vez. Un viaje donde se hace todo bien, o todo mal, o todo se hace. 

Las mareas portan una constante. Las personas están y desaparecen. Las corrientes van y vienen. Los animales migran. Algunos buscan el sol, otros montañas. Ser como el agua y el viento. Sutil desconcierto. La oscilación habita y se expresa de forma infinita. Exacta como la luna. Tal cual el corazón, tal cual el tambor. El pulso original, la cuerda, el genuino movimiento. Dualidad de base en múltiples contextos. Así como se ama, se puede odiar. Una determinante. Un rumbo por sobre nuestros egos. El respiro del universo. 

Nadie tiene culpa. Somos todos parte. Somos el mismo caos, el mismo baile. Nadie es culpable. Manifiesto universal. Tan grande como la existencia, la creación, la materia, la inconciencia. Todos respondemos a algo, a alguien. Somos aquellos que hicieron, hacemos aquellos que formamos. Girones de errores inevitables. Preguntas constantes. Mentiras creadas por bondad. Un inentendible ciclo de vida perfecta que nadie tiene, que no termina, que no tiene final. Nadie es culpable, todos somos mártires. Luego victimarios, oprimimos, pasamos a denigrar. 

Nadie es culpable. Es como una clave. La clave. Sin amor no se llega a la verdad. Incluso si no llegase, te hace libre y feliz. Contextos, historias, hábitos, risas, vergüenzas, maldades, pasiones, carencias. Un maltrato del presente es un golpe del pasado. Los gritos, formas antiguas de captar atención. Lagunas. Vejámenes. Cada humillación como un afecto sitiado. Cada ausencia puede ser un crimen o una salvación. A veces el abandono es un acto de amor. A veces mejor dejar con otros. No estar, decir que no. 

Cómo ha de entenderse entonces el equilibrio, el ritmo de las mareas, la oscilación perfecta de la vida, la mentada dialéctica. Aquello que es devenir, amor, razón, religión, esoterismo, ciencia. Hemos de ser en espiral, curvos, siempre en movimiento, evolucionistas, rupturistas por excelencia. Dualidades constantes. Contradicciones ejemplares. Así como la bondad, la maldad. Así como la ira, la felicidad. Así como el amor, la mort. Un enigma de tira y afloja universal. Pugna de buenos y malos. El hermoso sinsentido eterno. Buscar mejorar para arruinar a los demás, sin quererlo. Buscar ser libre para encerrar a alguien más. Ser quien más te quiere y más te daña. Ser, a la vez, lo más grande y la mayor crueldad.

Nadie tiene la culpa. Siempre hubo razones para escapar, miedos que ocultar, torpezas que omitir. Aun adultos no dejan de abandonarnos. Mientras unos crecen, otros apenas se han superado. Siempre los más cercanos. En ente socializador. El agente del cariño y del mal. La horrible o bella infancia. Quién podía saber cómo sanar mientras vivía. Cada trauma no tuvo derecho a opinar. Todos hechos sin autonomía. Sin rango de acción, sin oportunidad de declarar. Hasta un buen acto deviene en zozobra. Así es con los padres, con las mamás. Así es con las hijas, las nietas, la descendencia. Aterra la simpleza, la sutileza de las heridas, los cambios de dirección. Tal vez hasta más daño hemos hecho que recibido. El juicio. La falta de amor. La incomprensión. El desentendimiento. Educar y dar dinero. Aquello que define una institución. 

Qué podemos esperar. Borrachos, maltrechos, malévolos, dislocados. Parientes amargados, inútiles, precipitados. Padres ausentes, irresponsables. Madres autoritarias, detestables. Cómo entonces se llega a querer. Así como hijo, se es padre. Hemos sido nietos, hijos, padres, madres, abuelos. Esa clave: A-mor. Cuán fuerte hay que ser. El corazón por sobre la moral, sobre la justicia. Más fortaleza que nunca. Tener la amabilidad de perdonar, incluso a uno, incluso la muerte, incluso la perversidad. Todo, tal cual. 

Todos somos niños. Nos han lastimado. Crecimos dañados. Somos un eslabón sin voz en un sistema corrupto. Vivimos desmentidos. Bajo vigilancia. Se nos oculta la verdad, se nos enseña lo detestable. No tenemos rango, menos acción. Somos reprochables, ignorados, invisibilizados, prohibidos. Un cúmulo de penas y miedos, un montón de promesas rotas y sueños incumplidos. Somos también el aire que no termina. Una sábana que se estira sin expirar. Somos humanos y nos salvamos. Atinamos. Vemos que todo puede mejorar, lo anhelamos. Uno se recicla, reorienta, resucita. Asume la resiliencia como estándar. Una especie de sobrevivencia. Una actitud, una cultura, una espontánea resistencia.

La familia apremia, oprime. Se alza infame y opresora. Impone y acuerda. Disfraza los sentimientos. Secuestra el amor verdadero. Como institución, es un instrumento. Como red, algo primordial. Como organismo, es una virtud o un peso. Es sangre, no solo firmas. Es ADN, al final. La existencia natural, el sino, el nexo, aquello que hace de un terrícola, uno más. La familia asesina conforme cuida. Más asusta que seduce. Desorienta mientras abriga. Ostenta unión, carácter, jerarquía. El primer calabozo. El lecho inevitable del azar cósmico, donde uno fue engendrado. La familia. A veces un puto clan de mierda, paraíso o infierno, a veces el único lugar. 

Quién ostenta el primer pecado. Qué importa cuándo comenzó. Quién habló primero. Todo lo que somos responde a los de antes. Todo lo que no queremos ser, también. Es terrible, es lo que hay, es cautivante. Lo relevante es asumirlo, asumo. Hacer algo. Ser alguien. Despertar mientras camines. Abrir los ojos, darse cuenta. Escuchar, aprender, errar. Amar, no dejar de amar. 

Todos tenemos igual culpa. Nadie la tiene al final. Víctimas, victimarios, dañados, hemos de dañar. No tiene sentido separarnos (a veces). Si amar es vivir, perdonar es zurcir la vida. Hacer que los colores sean más fuertes, que perduren los bellos aromas. Un ángel sobre la cabeza. Guías. Alegrías infinitas que se producen por la valentía y la potencia. Por la perseverancia, las ganas de hacerlo bien, de siempre hacerlo bien. Hacerlo con amor, talento, destreza. Hacer que signifique, que siempre tenga significado. 

Hacer un cambio, un giro. Pasar de un estado a otro, cambiar de enfoque, pasar a otro carril. Uno más noble, bueno, honorable, épico. Algo con mayor responsabilidad. Crecer. Qué es eso de crecer, de ser un hombre grande. ¿Lo seré? La intuición es clara. Un cierto grado de madurez. Lo mejor, no temer a morir. Lo mejor, la convicción de hacerlo. Haber encontrado un lugar. Haber perdido el miedo. Despertar y vivir. Ser grande, como Yu. Siempre a cargo, nunca desertar. Ella y su amor. Historia de cuentos. Amor libre, sin jerarquías, sin obligaciones, sin impuestos.   

Nadie tiene culpa. Todos, a la vez, la tenemos. Todos tendremos algunas. Todos decidimos actuar mal, no actuar, apresurarnos o delegar en terceros. No podemos culpar. No aceptar que se culpe. Nadie responde a nada. No hay inicio, no hay final. Nada sobrevive solo. Nadie nació antes que el resto. Hay base en amar. Sí, verdad universidad. Perdonar como valor principal. Redimir, dispensar, remediar, salvar, resarcir, corregir, reconocer, asumir. Ser más grande que la dificultad. Grande en serio. Hacer que no duela, no tanto, ya no. Haber ejercitado de todas partes. Conocer las puertas y los senderos. Ser grandes personas. 

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