Expulsiones
Es una mezcla de culpa, pena, dolor, rabia, impotencia, confusión, soledad, tensión y cobardía. Todo lo peor que puedes guardar. En ese momento no había otra forma, no conocía nada más. Fui alimentado para evadir, sobrevivir y adaptarme. Construir-me de a poco, como todos los desposeídos. Era parte de la más profunda oscuridad. La más terrible de las estancias. Esas que no solo te dañan, sino que te hacen dañar a los demás. No sé por qué estaba tan solo, no sé por qué a veces sigo estándolo. No entiendo esta eterna incomodidad. Una extraña sensación de no estar bien en ningún lugar. Me siento como si explorara la vida, como si buscara felicidad. Y no entiendo por qué me cuesta tanto encontrarla. Qué es aquello que siempre falta. ¡Uf! Si no fuera por mi gato, si no fuera por el deporte. Qué días, qué mareas, qué tempestades.
Recuerdo haberme arrepentido. Debí confiar en mi instinto y pensamiento. Sabía que una ausencia así jamás se alejaría. Mal. Era un problema grave, obvio, pero eran épocas donde tener problemas era cool, te hacía popular. Estupidez. Era muy chico para tener la confianza y voluntad necesaria. El colmo aquello de disfrutar tener algo malo de qué hablar. Tener un tema, estar herido, ser un huevón dañado o estar a punto de enfermar. Todo mal. Lo único bueno era estudiar. Fue lo único significativo. Nunca me expulsaron, más bien me aislé. Fui maltratado, pero pude seguir peleando. Siempre se puede más. Pude hacer mucho más, no quedar en tanta imaginación y lamento. Voluntad, pura y plena. Ausente, inexistente. Actuando por cobardía, por falta de moral, corazón y capital social.