Precuela
No todo se queda en el lenguaje. Se arman y desarman los recuerdos. Poco ha cambiado. Mucho sigue igual. Hay cosas que no varían, permanecen, se mantienen. Otras se transforman, se pierden, se van.
Miraba por las ventanas. Sentía seguridad teniendo esperanza. Veía a lo lejos días lindos, paisajes hermosos, una cierta libertad. Siempre lo tuve en cuenta. Me preguntaba por qué soñaba tanto, por qué estaba siempre hacia dentro.
¡Cuántos anhelos! Los sueños se cumplen, pero no como uno espera. Aún los tengo, aunque ninguno material. Todos emocionales, existenciales, ontológicos.
Salían imágenes de mi cabeza. La vida no me correspondía. No era mía, no la quería, no me gustaba. Me sentía extraño, incomprendido, aburrido a cada rato, siempre incómodo, molesto o enojado. Tenía la sensación de que había nacido en un período equivocado, en un lugar erróneo. No era feliz.
¿Lo soy? ¿Lo he sido alguna vez? Creo que sí.
He desechado lo que nunca me gustó. Como el hogar, la familia, los almuerzos, los horarios, las rutinas, los deberes, las responsabilidades, los mandados.
Mi casa era una incomodidad constante.
Todo podía darme rabia. La humildad total, esa especie de pobreza esencial. Siempre esperando la compasión, la amabilidad de otros. No podía con eso. Yo quería pelear, irrumpir, romper.
Hay heridas que nunca van a sanar y vivimos con eso. Nada nuevo. Tengo el cuerpo lleno de cortadas y el corazón poblado de abandonos. Heme aquí, solo, pero no tanto. Autosuficiente, autónomo, valiente.
De pequeño supe qué debía corregir. ¿Por qué era tan pesado? –Me preguntaba- ¿Por qué tan grave? Tenía amigos, pero ni tan cercanos. Veía a otros relacionarse con más confianza que conmigo.
Era radical. Destruía o mandaba todo a la mierda. No hablaba más, dejaba de lado, ignoraba la historia, las conversaciones, todo lo bueno quedaba atrás.
Nada más me ha importado. Lo demás lo acepto, menos eso. Quiero llegar a ser justo, enojarme cuando corresponda, no a cada rato. Pelear con quien lo merezca, no con todo el mundo.
Siempre fue fastidioso el hogar. Mi vida era nerviosa. Vivir molestaba, incomodaba. Tenía frío, miedo, hambre. Era inseguro, amargo, frágil.
Mi interés era estar solo, no ser alterado. Que pudiera hacer e ir donde quisiera. Que pudiera estar en cualquier lugar.
Creo que mi papá entendió. Mi madre ni cagando. Envidiaba mi determinación a estar lejos. Era como una madrastra o una hermana mayor.
Su actitud cambiada cuando se trataba de una niña, de una mujer. Parecía alegrarse cuando me gustaba alguien. Me daba dinero, permiso, me valoraba. Parece que intentaba asegurar mi sexualidad. Para mí se convirtió en una estrategia, hasta inventaba citas.
Jamás me gustó ver tele en el living. Tampoco compartir los espacios. Me cargaban los horarios, los sentía en la guata. Me descomponían. Aún no lo supero. Enfermo en el trabajo. Lo hago muy a mi pesar.
Odiaba llegar a almorzar después de la escuela. Algo malo me iba a pasar. Algo no iba a estar bien o alguien se había peleado. Después de comer no sabía qué hacer. Me refugiaba en los juguetes. Inventaba historias con muñecos de plástico. Imaginaba futbolistas, cantantes, actores, bomberos, basureros o soldados.
Me cargaba la tarde, el paso del día, la ausencia de luz. De noche tenía pena. Pensaba cosas malas, extrañas. Tenía rencor. Ideaba conflictos, venganzas.Soñaba con las niñas que me gustaban.
No quería levantarme temprano. Había ducha, pero no agua caliente. Eran calles, pero de tierra. Tenía amigos, pero delincuentes. Me enojaba con todo, pero a todo le temía.