Ciudadanos

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Ciudad traicionera, del pecado, de la furia.

Ciudad pequeña de eternos atochamientos. Tránsito inhóspito, caótico, saturado 

Calles de rupturas, de insomnios. Penas que cansan, que exigen como la familia

Rutas de desamor. Senderos pedregosos, lúgubres. Atajos pequeños como los pueblos en extinción. Plática cabizbaja, tan cauta como temerosa.  

Preguntas bajo la nube. Esa que no se va a pesar del sol.

Moretón oscuro de golpes y porrazos. Cuerpo herido, roto, cortado. 

Sendas subidas solitarias. Bajadas vertiginosas, desbocadas.  

Sonrisas que se mantienen lejos, sin abrazos. Deseos, mas no tesoros. Nada más que solo gustos.   

Ciudad atestada de ignorancia y desazón. Maleducados en todo, emoción, cognición, conciencia.  

Lugar que abandona, que siempre deja botado, que se esconde bajo puentes, escaleras y bancas.  

Personas sin conexión. Agencia contractual, sin química, sin cariño, sin pasión. 

Hemos de sanar, aunque sin compañía, más bien esporádica presencia.  

Felicidad a cuentas gotas, pero presente del todo igual. Rutina indeseada. Como los cables y postes de electricidad. 

Indagar, perderse. Nadar, extraviarse. Correr y caer huyendo de los robos, de las picardías. 

Buscar la paz de forma individual. Tal vez pagar por ella. Terapiarse, hacerse cargo de la mano del sistema.   

A veces solo, a veces con alguien más. A veces siempre con alguien. A veces siempre solo. 

No esta vez. No ahora. No de nuevo. No otra vez. 

Un danza recurrente. El más extraño movimiento corporal. Vivir para amar y para defenderse. 

Esa necesidad de tener corazón, de querer, ser bueno, ser feliz.  

Mirar otros ojos. Brillar en y con ellos. Verlos cada mañana. Al menos en varias de ellas.  

Entender la vida de a dos, de quienes vengan. El clan que se apetezca, pero que deje espacio y participación 

Ciudad calurosa y fea. Sucia, hacinada, maloliente. Basural del subdesarrollo y la miseria. 

Plaga de belleza natural. Paisajes y lugares maravillosos. 

Paraíso e infierno urbano. Quejumbroso, despiadado. 

Veredas de invisibles y depredadores. De dioses, pseudociencias e imitaciones.

Pasos de dolor. Trastorno constante. 

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Banda sin nombre. Una historia de ciudad

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Otoño, 2024 No siempre se camina solo. Medio en paz, medio perdido. Solo en serio, queriendo no estarlo, pero disfrutando feliz. Tras luces y ventanas, sombras y reflejos, un par de pasos agresivos. En las esquinas, una que otra mirada inquisitiva. Perros, basura, balizas.  Qué calles más sucias --llego a pensar. Tampoco huelen bien. Y vuelve la belleza inexistente. Todo incompleto, roto, manchado, improvisado, impertinente.  Se asume el desencanto. Se resiste. Una urbe, en algún momento, algún espacio, ha de tener sentido. Siempre habrá un extraterrestre que ilumine, que inyecte naturalidad. Respirar y caminar. Observar y dar pasos. Ser parte de algo, pero diferente. Las manos no salen de los bolsillos. La mirada es incierta, aunque gotea esperanza.  De pronto, un salón en las calles. Más allá de un bar, anónima, una puerta de una casa. Una larga y oscura entrada. Como un túnel a la arena, al escenario. Un dj, dos bandas. Luces bajas, comida, colores. Una celebración significativa. Al
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