Marcas


Eran muy pequeños para tamaña pasión, se suponía. Parecían convencidos. No del amor, sino de demostrarlo. Enamorados y ansiosos. Asumiéndose solos en el mundo. Como atados por un hilo, una fuerza. 

Recibió un llamado extraño. Era ella, pero hablaba distinto. Parecía dormida o borracha. Se preocupó. Si él era intenso, ella estaba más allá de la media. Salió rápido a la calle, tomó un taxi y pidió prisa. El chofer algo captó. Preguntó si estaba bien. Respondió señalando que se trataba de su novia. El auto aceleró. 

La puerta estaba abierta, no había nadie. Todo estaba apagado. Habló y nadie respondió. Subió al segundo piso. Entró a su pieza. Ahí estaba ella, desnuda, llorando sobre la cama. Tenía un tatuaje nuevo en la espalda y había una botella de gin bajo la almohada. El tatuaje era precioso. Sintió pena, aunque también admiración. Su novia tenía quince años, se había tatuado, estaba ebria y tenía una crisis. Tenía vida y carácter. 

Tomó las cobijas, la tapó. Ella saltó a abrazarlo. Lloraba harto, sentidamente. No decía nada. Se abrazaron largo rato. Él la apretaba. Ella no cesaba en su dolor. Le dijo que era lindo su tatuaje. Ella sonrió levemente y enseguida soltó un llanto. El dibujo representaba a su padre. Había muerto ese día. Se quitó la vida. Ella, al enterarse, se fue a marcar la piel. 

Se sintió abrumado. Un tonto por haber admirado su estado. Qué más quisiera ella nunca haberse tatuado. Tomó el cicatrizante y lo esparció en la imagen. Aprovechó de hacerle cariño. Comenzó a contarle lo que había pensado. Que le pareció divertido que ella estuviera así, hasta que se enteró del motivo. Le pidió disculpas por eso. Y dijo que sentía mucho lo de su papá. Ella volvió a abrazarlo. 'No te disculpes, todo está bien', le dijo. 'Sé que soy media loca. Salí a él'.

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