El humo, los sueños
No sé qué pensar
Suena mal, pero no sé...
Soñar no es cómodo
me despierta,
y eso suena peor
Para eso escribo:
para darme cuenta
de estas prácticas instaladas
protectoras, defensivas
¿De qué?
¿De una vida?
¿De sueños e interrupciones?
Quiero aclarar:
me refiero a los sueños
como esas imágenes de la mente
al dormir, al descansar.
No hablo de metas ni proyectos, sino de texturas y colores,
de ese universo creador
ese espacio morfoenergético
algo entre visión y sensación corporal
Un sueño...
o una pesadilla, da igual.
Esos sueños
¿me incomodan?
¿Les temo?
He asociado territorios con sueños,
soñar de acuerdo a entornos,
a olores,
a vistas,
a memorias.
Hay una ciudad en especial,
que me hace mal.
Hay cosas que no quisiera soñar.
No tengo control,
me desespero.
No disfruto transitar por un sueño.
¿Se debe poder hacerlo?
Es evidente para mí:
el cambio, lo que sucede cuando
y lo que no.
Basta que de noche no apague el cerebro
(¡cómo suena eso!)
y surgen cúmulos de conexiones,
sueños tras sueño.
No son de terror,
solo sueños extraños,
a veces peligrosos,
sin sentido,
a veces extremos.
Nada tan puro,
ni tan lindo...
salvo un sueño con alguien especial.
Todo incluye volar,
sumergirse, entrar en cavernas submarinas,
subir hacia planetas conceptuales,
mirar acaso la Tierra,
la vida, el corazón, la conciencia.
Todo suena mal,
aunque tan claro,
Digo, tan evidente,
tan elemental.
Basta con el humo o los vapores
De noche,
pragmática de vida universal.
¿Sa vale no querer soñar?