El mito de la esposa y la puta: la mujer que te desarma de amor y aquella que te enciende. Una invención, un cuento de pendejo. Recuerdo incluso las pláticas de niño al respecto, con los amigos. Qué ingenuos. Mal educados. Incompletos.
¿Qué es eso de que a una la follas sin pudor y a la otra no? ¿Por qué? ¿Acaso el sentimiento es tan extremo que merma toda la pasión? Mal. Muy mal. Caída libre. Una ola en la que no se debe pagar el precio.
Está bien el cariño, pero nada resulta si no es intenso, fogoso, perverso. Cómo es que se puede serlo y, en otro momento, no. No se entiende; más bien aniquila. Hace ahogarse en la existencia de la oscuridad.
Cuando se unen ambos roles femeninos, todo se integra y se vuelve mejor. Llega una especie de magia, un calor que funde y suelda los cuerpos. Estalla una luz —o algo parecido—. Se siente bien, da miedo, es placentero.
Ha sido difícil de cuidar. Todo presente es como el primer día. Nada fue tan complejo, salvo poner el corazón en el centro. Follar del verbo amar. Tan esquivo. Ser un hombre de verdad, valiente y comprometido. Tiene que pasar.
Nada más tiene sentido.
El amor prevalece al miedo.