desafíos no planeados,
cosas magnas o pequeñas:
todo aquello que cambia y transforma para bien.
Atesorado sea en medio del mar,
rodeado de agua helada,
en compañía de una mujer hermosa,
valiente, admirada.
cosas magnas o pequeñas:
todo aquello que cambia y transforma para bien.
Atesorado sea en medio del mar,
rodeado de agua helada,
en compañía de una mujer hermosa,
valiente, admirada.
Al vivir en el presente, todo parece mejorar.
El cosmos conspira,
se vuelve parte de los sueños,
de los deseos, de las alegrías.
Quién diría que enfermar fuese tan intenso,
tan lindo, tan esperanzador.
Una suerte de optimismo que no se apaga,
que evapora los males de la ciudad
sin quejas ni odios.
Todo de la mano del cariño, del respeto,
de las contradicciones emocionales y corporales,
del calor que emerge de un hogar interior.
No se elige a quién desear,
a quién querer, a quién amar.
Los caminos se cruzan, se abrazan, se besan.
Buscan, como raíces inconformistas,
agua, nutrientes, luz, calor.
Buscan la comprensión del otro:
sus tiempos, sus secretos, su libertad.
La tranquilidad de confiar en todo,
de hablar incluso de aquello
que no siempre se dice.
Sí, es posible.
El agua fría así lo escribe,
el mar cálido se hace escuchar.
No todos pueden conectar,
no cualquiera busca lo que realmente importa:
ser, estar, querer en plena tranquilidad.
Un espacio que no juzgue,
una compañía que apañe y no reprima,
que abra el corazón
y las ventanas por la mañana.
El orgullo de una vida sana, distinta,
incomprendida, quizás,
pero universalmente valiosa.
Sí, vida en serio,
construida según tus propios criterios,
con impulsos de almas autónomas.
Manos que no exprimen, sino que cimentan.
Cuerpos fuertes que se elevan, se estiran, se doblan,
que buscan estar juntos para respirar,
para que el riesgo y la intensidad valgan la pena.
La vida plena, explorada sin miedo,
sin reparos, sin cesiones forzadas
ni conductas infravaloradas.
Hasta los últimos días,
hasta los primeros que vendrán:
algo de verdad.
Puede que falten palabras.
No es fácil expresar lo que sale de los esquemas,
lo que no se ajusta
y que, tal vez, no se entienda.
Y aun así, no hay pena ni rabia.
No hay mentiras, prohibiciones
ni desesperanza.
Se abre, más bien, un cielo limpio y colorido:
atardeceres cálidos como la piel,
albas inquietas y receptivas,
bocas que beben jugos de frutas,
que comen con ansiedad de sobrevivir,
que saben agradecer y perdonar.
Estética pura, belleza natural,
sin temor al fuego que estalla,
que transporta y reúne,
que no separa.
Puede que falten palabras, pero no claridad.
Hay formas de ser y estar que no se disculpan,
existen.
No todo lo verdadero cabe en moldes ajenos,
ni toda vida intensa necesita de autoridad.
Permanecer sin mentirse también es lealtad.
Elegir sin poseer, cuidar sin encerrar.