Frontera


Equilibrar es también desgarrarse. Asumir que erramos, fallamos, enfermamos. Que sabemos poco y hacemos las cosas mal. Es también caer en la pena y la desazón, avizorar carencias, tener en cuenta el desarraigo y lo perdido, los miedos, los ripios.

Como las mareas, las cuerdas, los pulsos y espirales. Como el universo y la creación (la que sea). Como la vida misma, oscilando en extremos recíprocos. Una especie de base dual en distintas dimensiones. Estar bien, cegarse, exprimir y caer. Estar mal, despertar, entrenar y levantarse. Una danza en trance, como en las fogatas. El ritmo original, el latido, la eterna respiración.

Equilibrar es también amarse. Valorar quién se es. Luchar por estar bien y cuidarse. Sonreír por las virtudes, no caer por los defectos. Actuar en el presente una mejor versión.

Cuándo el egoísmo es bueno. Cuándo la individualidad es vital. Cuándo alejarse para no romper las paredes. Cuándo estar solo tendrá sentido. Cuántos lamentos o risotadas. Cuándo terminará.

Como argumento, el amor, la pasión, el deseo, son elocuentes. Una verdad sin falsación. Los sentimientos son indudables, empíricos, irreprochables. Las cosas dichas, las manos mojadas, mirarse a los ojos. Todo es verdad, aunque caducable.

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