Noche buena


La navidad se redujo a pensar qué haría ese día. Este día, un día como hoy. Plena libertad en los amargos torbellinos. Uno en la densidad, en la urbe.

Yacía sobre un futón viejo mirando el mar. Había olas, sol, aunque frío. Nada faltaba. Cualquier otra cosa sería exagerar. Terminando el atardecer, caminó unas pocas cuadras hasta donde las doncellas, las amigas del barrio. Aún quedaban esos carros desvencijados en las calles. Una ciudad rota, psicosocialmente mal.

Pagó una hora con la más joven, la más hermosa. Y se sumergió en un sexo intenso, pero desprovisto. Caliente y duradero, distante e impersonal. Una unión que comenzó como rutina y terminó siendo un despertar. Una especie de presente, sucio y extraño, de navidad.

Ella acabó sentada sobre su cuerpo. Lo abrazó con fuerza, mirándolo a los ojos mientras apretaba el estómago y se estremecía. Era un instante hermoso y anormal. Para ser puta, parecía enamorada. Ambos se dieron las gracias, se miraron, y estallaron en risa. Entre la broma y la ironía, ninguno quería salir de ahí ni terminar.

Pagó otra hora más. Ella explicitó que era como un regalo. Pusieron música, bajaron la luz y encendieron un caño. Mientras uno fumaba, el otro descendía en caricias. Luego ella se colocó de espaldas, lanzando un beso al mirar hacia atrás. Fue una historia larga, una que no cabe en sesenta minutos de reloj.

Mientras se vestían, se quedaron intrigados, mirándose. Ella preguntó si tenía con quién cenar, por si acaso. Al ver que no, lo invitó a quedarse, a pasar la navidad con ella y sus amigas. Lo dijo en serio: tenían todo preparado ahí mismo, en la casa.

Pudo incluso darse una ducha. La cena era sorprendentemente bonita. Una mesa larga con variedad de platos, vinos, licores, bebidas, salsas y postres. Estaban las amigas, una señora y un joven. La música y la decoración eran exageradamente coloridas, pero acogedoras. Hubo brindis de navidad y palabras conmovedoras. Todos pidieron por amor, salud y prosperidad.

En la sobremesa, una de las chicas sacó weed y coca. Fue aplaudida por el resto. Cambiaron la música y comenzó una alocada fiesta. Todo el mundo bailó y exaltó el ánimo. Todo era risa y desenfreno.

Las chicas empezaron a besarse entre ellas. Besaron a todos en la boca, un ritual caótico y sensual. La amiga, la puta, lo abrazó y lo besó. Luego llamó a sus amigas, que también lo besaron y acariciaron su cuerpo. La navidad se tornó ardiente. La señora encendió una luz roja, tenue, que inundó el ambiente. La fiesta derivó en un frenesí grupal, transformando esa navidad en algo especial.

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