No tengo nada. Nunca quise tener algo. Me gustaban cosas, pero no las quería, no las deseaba.
Contemplaba. Miraba siempre al horizonte como en un tren por la ventana.
Me he manifestado como una expansión en el tiempo. Un trozo de materia que llegó a estirar. Que se abrió como un fósil de espiral y fue algo en un período. Ocupó espacios, visitó lugares.
Fui visitado por un fantasma. Una siniestra silueta negra tras la puerta. Una especie de oscuridad. Una muerte desafiante que se llevó un grito veraz.
Horror de susto instintivo e inconciente. Que al despertar se sorprende de toda esa cobardía. Se asume, se enfrenta y se vuelve a descansar. Beneficios de la ciencia.
Hoy un trágico rayo partió a mi amada. Sus esperanzas cayeron junto a su amor. Ella está ahora destrozada. Es un presente triste y particular.
A veces no entiendo nada. No sé cómo aprendí, viví, creé, hice cosas. No me di cuenta. De pronto mi rostro estaba frente al espejo. Sonreía frente a mi ego y veía una sonrisa. La misma que sigo viendo.
No entiendo. Nunca pude. Lo intenté. Tal vez no tanto.
Ahora el espiral dará una vuelta más. Visualiza lo que viene y se sumerge. Acepta esa especie de caída, de final, de despedida. Como a cualquiera le pasa.
Nunca se acabaron las preguntas. No puedo definir quién soy. En esta vuelta siento más y resisto. Ha crecido –dirán.
Un día a la vez. La llegada del cielo vendrá de la mano amable de un último respiro.