Reseña musical: Venus

Bienvenidos los que llegan...

Bienvenidos los que llegan a escuchar a esta banda tarapaqueña.

Con ella imposible ser objetivo: me gusta Venus, me cae bien, tanto como conjunto como en cada una de sus partes. Es un gusto sistémico, sin duda. Ocurre cuando cada segmento de la estructura funciona bien y la hace virtuosa. Esta Venus tiene una órbita fuerte, potente, atractiva. Si pasas cerca, tendrás que visitarla. Y si no quieres, igual vas a caer. Serás abducido. Sentirás el abrigo de sus melodías, letras y ritmos.

Venus mezcla, combina covers con creaciones propias. Un proceso gradual. Comenzó como una entretención genuina y seria, derivando en una creación rigurosa y colectiva. Se toman en serio eso de pasarlo bien, de tocar con amor. Divertirse y ser profesionales: bella integración.

Esto no es por dinero, tampoco por fama. Es por el gusto de hacer música, por el cariño de crear, tocar, cantar. Venus nació madura, creció de una. Se propuso algo claro, concreto, real: sonar bien y hacerlo en cualquier lugar. Un compromiso ético-musical implícito. Una apuesta de personas que valoran la creación, la expresión, el arte.

En escena se ven muy bien. Seguras y seguros. Pasan rápido del nervio al equilibrio, el mismo que se observa en sus composiciones. Venus es una banda con paridad. Equitativa en sus integrantes e instrumentos. Diversa en presencia, enfoques y conceptos. Tal como su público, sus fans. Representa la contingencia. Se hace cargo del presente. Es una banda tarapaqueña generacional: un conjunto musical que reporta los sucesos de su tiempo y territorio. Identifica y, al mismo tiempo, produce identidad. Y lo más importante: entretiene.

Insisto, se ven bien. Cada quien en lo suyo, ensimismado/a en su rol, cual nodo individual que aporta a la red. Mostrando pasión y capacidades, experiencia y convicción. Adaptando tonos, volumen y movimientos al escenario, al lugar, al público, al contexto. Suenan, por ejemplo, Un hombre muerto en el ring (Pettinellis), Irresponsables (Babsónicos), Amar en el campo (Teleradio Donoso), Otherside (Red Hot Chili Peppers), Just a girl (No Doubt), El satánico Dr. Cadillac (Fabulosos Cadillacs), Salvation (The Cranberries), además de los temas propios: Fragmentos, Tal vez y Besa. 

Se aprecia una batería precisa y relajada. Sobria en diseño, dimensiones y ejecución. Marca ritmos que empapan lo foráneo y lo propio, con un sonido costero, desértico y cálido. Funk playero, diría yo. Tarapaqueño, sin duda. Una batería eléctrica que va de la mano con bases y arreglos complementarios que emergen del notebook. Hay también padmouse y teclado. Muchos cables. Todo muy moderno. El baterista, de anteojos oscuros, además de cerveza y agua mineral al lado del bombo. Actitud rockera, sonido funk.

La guitarra tiene vida propia. Suena como quiere, como le da la gana, como se le antoja. Muy buena ejecución: fluida, instruida, completamente desarrollada. Suena de formas muy diversas. Interpreta cada tema con un alto nivel de sofisticación y energía, lo que se agradece en un circuito regional y acotado de música. Cada punteo evidencia mucho ensayo, dedicación y obsesión. Notable, admirable, evidente en escena. Incluso acompaña en segunda voz y coros. Superior, diría yo. Talento puro.

El bajo parece enamorado de su ejecutora, la bajista. Una artista difícil de describir en toda su amplitud y versatilidad. No es Mila Slow, es otra persona. Otro rol, otra impronta, otra ejecución. Un bajo interpretado con nobleza, respeto y rigor. Parece ser el faro de la banda, tanto en sonido como en performance. Inspira compromiso y concentración. Mientras ríe, también ordena. Brazos de tenista, movimientos de artista y deportista. No pierde detalle. Sabe todo lo que ocurre en el escenario. Hace que su grupo lo pase bien, lo haga bien y lo dé todo. Guapa en todos los sentidos de la palabra.

Referirse a la voz no es simple: es un desafío de adjetivos. Se mueve entre lo elegante y lo sublime. Aquello que se construye hermoso desde dentro, desde sus cimientos. Un arte tan bonito, tan bien hecho, que enamora y conmueve. La frontgirl, una especie de soberana, se ve feliz. Alta, sofisticada, estéticamente bella, como la reina de la banda. Define el cuadro perfecto de la puesta en escena. De ella emanan encanto y excelencia. Interpreta muy bien. Domina cada tema como quien los ha estudiado. Se mueve con sutileza y plenitud. Integra voz, expresión y desplazamiento. Su canto es el centro, sin duda. Sus ojos, sus hombros, sus movimientos exclusivos llaman la atención. Posee un brillo interno que la hace destacar. Una persona cautivante, profesional, hermosa.

Venus hace música, pero también quiere aportar otra cosa. No sé... algo así como un estilo de vida, una forma de estar en el presente. Divertir, gustar, entretener. Pasarlo bien, sí, pero haciéndolo bien: ensayando, buscando perfección, disfrutando el proceso. Venus lo considera todo, desde los acordes y las letras hasta las redes y la difusión.

¿Aspectos a mejorar? Muchos, creo, supongo. No sabría puntualizarlos, pero Venus lleva poco tiempo sonando y, por otro lado, sus integrantes son muy autocríticos. Asumo que lo tienen claro. Identifican rápido los errores y, al parecer, no los perdonan. Hay una orientación clara.

El próximo destino planetario es Venus. Ese es el viaje. Me entrego a su órbita, su atmósfera, su terreno. Quiero ver sus paisajes, mareas y puestas de sol. Caminar en ese amplio desierto que la define e identifica. Venus y sus rincones, sus maravillas y fenómenos naturales. Venus, su historia y su cultura. Un territorio conectado al mundo, que emerge de sonidos y notas musicales, letras en español e inglés: banda bilingüe. Una genuina y espontánea muestra de lo que significa vivir aquí, ser de aquí. Llevar alegría, diversidad y libertad como metáfora. Un horizonte intercultural de vida cotidiana. En este caso, desde la música y el buen vivir.

Bienvenidos a Venus, banda tarapaqueña.

Un sistema planetario de noble geografía, clima ideal y especies misteriosas.