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Mostrando entradas de diciembre, 2024

El arte de caer

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Caída. Azote. Golpe que se intuye y no sorprende. Dolor. Clamor estridente. Súplica sin ninguna convicción. Pérdida, abandono: un derrame invisible de sentido, de todo gaseoso significado, un vacío cotidiano que gotea por las grietas del alma. Ella, quien perdura. Asombro amargo en el aire. Inhóspitas partículas danzando por el cielo. El aroma punzante de la crudeza, la miseria y la maldad,  toda una esquina, se mezcla con el eco metálico de una urbe fracturada. A veces, medio podrida. Un desastre entre el asfalto, fugas de dinero, compromisos evaporados en la fiebre del ego. Quién otro. Denso, caótico, egoísta. Culpa omnipresente que observa y escucha. un espacio erizado de barrotes invisibles, rejas forjadas en la moral de los demás. En la insana disciplina. La vida, como agua, encuentra siempre una grieta, una fluidez inesperada bajo un contexto seguro, aunque incómodo en su pragmatismo. Miradas fijas, cuerpos tensos, sueños sin alas, sin cables arriba ni raíces abajo. Pero en u...

Concreto

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Cómo es eso de escribir la verdad. Eso de decir lo que uno siente. Ser valiente y hablar. Expresar y que se vaya. Que lo haga en voz, viento y letra.  De escribirlo todo rompería la sociedad. Sería una salida sin vuelta. Un reconocimiento de descalabro moral. Algo entre soledad, drogas y desórdenes sexuales. No puedo describir tal cual fue. Quisiera hablarlo para no huir. De igual modo me da miedo. Ojalá lo pudiera escribir de tal forma que, aun con vergüenza, saliera bueno. Admiro a los artistas. Son valientes. Como los deportistas, los soldados, las minorías. Algo que jamás entenderé en la vida. Nunca tuve los huevos para hacerlo. Nunca vi en mí a alguien real.  Soy un cúmulo de tormentos, pastillas y contradicciones que se adapta para no arriesgar, alcanzando validez ajena. Siendo otro más sin conectar. Un objeto sin objetivos, sin destino, sin lugar.

Noche buena

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La navidad se redujo a pensar qué haría ese día. Este día, un día como hoy. Plena libertad en los amargos torbellinos. Uno en la densidad, en la urbe. Yacía sobre un futón viejo mirando el mar. Había olas, sol, aunque frío. Nada faltaba. Cualquier otra cosa sería exagerar. Terminando el atardecer, caminó unas pocas cuadras hasta donde las doncellas, las amigas del barrio. Aún quedaban esos carros desvencijados en las calles. Una ciudad rota, psicosocialmente mal. Pagó una hora con la más joven, la más hermosa. Y se sumergió en un sexo intenso, pero desprovisto. Caliente y duradero, distante e impersonal. Una unión que comenzó como rutina y terminó siendo un despertar. Una especie de presente, sucio y extraño, de navidad. Ella acabó sentada sobre su cuerpo. Lo abrazó con fuerza, mirándolo a los ojos mientras apretaba el estómago y se estremecía. Era un instante hermoso y anormal. Para ser puta, parecía enamorada. Ambos se dieron las gracias, se miraron, y estallaron en risa. Entre la br...

Un día

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¿De qué escribiría? ¿De la cantidad de zapatillas que me he detenido a mirar? ¿De mochilas? ¿De mujeres? ¿De los millones que somos en el mundo? ¿De cuán distintos podemos ser? No lo sé bien. Nunca he tenido certezas. Ni en los proyectos ni en los instantes. Viajar cautiva, sobre todo hacia destinos desconocidos, pero las escalas largas hacen recular. En los aeropuertos hay personas que siempre están concentradas, como si el mundo entero se difuminara frente a sus ojos, absorbidos por un monólogo interior que solo ellos comprenden. Me pregunto cómo hay quienes son tan tranquilos. ¿Cómo pueden estar horas en el mismo lugar, en el mismo sillón, frente al mismo libro o el mismo computador? Parecen hechos de otra sustancia, inmóviles mientras el resto de nosotros flota, inquieto, de un pensamiento a otro. Cada quien podría tener aventuras, conocer a alguien, hablar con extraños y descubrir culturas ajenas. Y sin embargo, nadie lo hace. Todos parecen apurados, determinados, ausentes aquí y ...

Ecos del abismo

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Morder un durazno con pasión. Aspirar su aroma, absorber su dulzura. Hundirse en lo profundo, respirar el abismo. Más allá del cielo, casi rozando el corazón, sentir los gritos de un mundo agitado: caos, ardor, lujuria desbordada. Saqueos de piel, violencia adictiva, un enigma que seduce como un oasis en el desierto, calor en un recoveco empapado. Palpar la textura de los poros, observar con el ojo de un microscopio. Ver los vellos erguirse, el hedor brotar como un secreto. Seguir al vapor que danza en los colores del espacio. Verter sueños junto al humo, mover el cuerpo al ritmo del deseo. Beber la niebla de un beso, amar hasta las llamas del placer. La sangre se arremolina, exige estallar del cuerpo como un relámpago en un parque desierto. Roce. Silencio que acaricia. El tenue pulso de una interacción. Latidos unísonos, desesperados, manos que se aprietan como dagas clavándose hasta el alma. Algo se revuelve en las entrañas, afecta el estómago, el cerebro, y rompe la frágil seguridad...