Padres
Mis padres tuvieron sus momentos. Sé que él la conquistó con poesías escritas a máquina. Ya mayor, a los treinta años, mi padre se enamoró por primera vez, creo, y única tal vez. Ya había tenido antes otras parejas. Tuvo un hijo también. Un tal Marcelo. Mucho no sé de él. Lo vi un par de veces a cuando iba en segundo medio. Un día sonó el timbre, abrí y el tipo se presentó como mi hermano. Pero esa es otra historia. Volviendo a mí padre, él siempre fue un tipo solitario. Salió de casa a los dieciséis años. Trabajó en todo lo que pudo y casi todo lo que existe. Viajó a la Argentina contrabandeando abarrotes. Durmió en fincas, plazas y puteríos. Vivió en Quilpué, Villa Alemana, Santiago, San Antonio, Rancagua, Quillota, Mendoza, Buenos Aires, Tiltil, Quinteros, Concón, Antofagasta y Arica. Era –es- un astro con el balón en los pies. Seco, en serio. De chico recuerdo que lo iban a buscar para jugar a la pelota. Lo pedían de todos los equipos como refuerzo. Fue delantero, nueve, golea