Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2014

Historia sísmica

Imagen
Abrió sus ojos oyendo gritos. Miró y en frente su madre con medio sostén puesto trataba histéricamente de levantarlo. Fue el peor despertar a solo dos horas de haberse acostado. La pieza estaba oscura. Tenía a su mamá encima. Mal. ¾ ¿Qué pasa…? ¾ ¡Jano! ¡Jano! ¡Jano! Levántate huevón, levántate. Levántate huevón, despierta que se sale el mar… ¾ Córtala… ¾ ¡Levántate! Toma, ponte esto. Toma, apúrate, ponte esto. Levántate huevón, ¿te querís morir? ¡Levántate mierda, levántate! ¾ Pero qué pasa, ¿por qué? ¾ ¡Se sale el mar huevón, se está saliendo el mar! Hay que arrancar. Ponte la ropa huevón, apúrate… Lo primero que atinó fue a ver la teta de su mamá que se salía del sostén mal puesto. Aquello le dio risa y enfureció aún más a la señora. Ésta no paraba de gritar. Movía sus manos y gritaba. Trataba de arroparlo, pero le entorpecía levantarse de la cama. ¾ Chucha. Son las dos de la mañana pu’… ¾ ¡APÚRATE CONCHA DE TU MADRE! Y se apuró… Mient

Furgón escolar (re-edición)

Siempre tuve cosas que hacer lejos de mi casa. En mi casa solo estaba dentro de mi casa. Y pocas veces iban amigos de la escuela a mi casa. Fue una práctica de mis padres. Una política familiar, asumo. Recuerdo que antes, en el pre-kínder, fue igual. E incluso el jardín quedaba más lejos que esta escuela. Por eso me transportaba en furgón escolar, uno amarillo, obvio. La verdad pasé mucho tiempo de mi infancia en un furgón escolar. Nueve años. En uno de esos conocí a Alessandra Bravín y me enamoré de ella. Era hija de un piloto de autos de carrera amateur. Tenía un estilo medio europeo. Alta, muy blanca, con pecas y lunares. Siempre hablaba de Italia, asumo que lo oía en su casa. Bella. Rubiecita. Siempre la hice reír. Me contrataba con ella a esos juegos de penitencias diarias. Le obsequiaba cada día mi colación. Le regalaba mis Kapo y sándwiches de queso con mantequilla todos los días hasta que me sapeó la tía, la tía del bus, la chofer. Se lo contó a mi mamá. Mal. Traicionera la

Ignorante corazón

(…) de ella y su recuerdo. De la memoria que dejó entre las paredes de esa habitación, en todo el departamento, en la cocina, el en balcón. Alejandro bebía el café rápido, casi con asombro y ansiedad. Ya era un hombre, no un hombre mayor, pero sí un adulto acostumbrado a las despedidas. Aun así esto era distinto. No podía creer haberse enamorado de una mujer como esa. Como ella . Ninguna teoría ahora lo ayudaba. Solo le quedaba recordar y dejar que el tiempo pase con su acostumbrada sanidad. Sin embargo, para él era increíble. Una prueba más de la incertidumbre de vivir, de sentir, de desear. Y otra prueba más de lo poco que sabía de la vida. Pensaba, ¿cómo fue a pasar? Había cuatro mujeres importantes en su vida: Patricia, María Bernardita, María José y ella , Antonia. De todas se enamoró. Las amó. De todas absorbió su amor hasta que todo se hubiese vaciado. Las primeras, grandes mujeres. Damas de noble intención y corazón desinteresado. Cada una en su época y contexto, le había ens

¿Debí ser?

Me duele tener tanta facilidad para ponerme triste. Suena patético, lo sé. Pero me hace sentir cómodo. Es lo único que me queda de niño. Lo único que no se ha transformado. Solo estoy. Solo me gusta estar. Observo y siento. Pero nada puedo materializar. Por eso escribo, tal vez. Para crear algo a partir de lo desconocido que es sentir. Debí ser artista. Debí ser escritor. Al menos vivir hubiese sido una manifestación de mí ser.  

Ciertas declaraciones

Aeropuertos me identifica. Casi toda la obra de Fuguet en realidad. No sé bien por qué. Él parece hacer una síntesis generacional. Escribe como vive y habla, asumo. No hay otra forma de explicar tanta elocuencia. En su obra es clara la existencia de un planeta Fuguet . La lleva el hombre. Escribe bien. Narra genial. Sus personajes se cruzan y se mezclan entre sus libros y sus películas… Quisiera que esa niña no existiera. Se supone que es mi hija. Pero mi apellido no lleva. No es de mi agrado. Me cae mal. Creo que es un poco flaite. Miente, falta a clases, no le gusta leer, no le gusta estudiar, tiene un proceso judicial por venta de drogas y, más encima, quedó embarazada. Tiene 17 años. Mal… Me gusta vivir en soledad. No completamente, pero sin mucha compañía. Soy de pocos amigos. Pocos afectos. Ahora solo me interesan mi gato y mi papá. Nadie más. Soy feliz con poco, muy poco. Me gusta pensar y observar. Trato de no hablar mucho. Cuando lo hago la cago. Lo sé, me ha pasado.

Andrés Caicedo

(…) Por favor, no intentes averiguar nada de Patricita: ella no tiene nada que ver con esto, y cualquier cosa que hagas en esa dirección sólo aumentará tu pena y mi vergüenza. Olvídalo. Acuérdate solamente de mí. Yo muero porque ya para cumplir 24 años soy un anacronismo y un sinsentido, y porque desde que cumplí 21 vengo sin entender el mundo. Soy incapaz ante las relaciones de dinero y las relaciones de influencias, y no puedo resistir el amor: es algo mucho más fuerte que todas mis fuerzas, y me las ha desbaratado. Mis libros se los dejo a Rosarito, y a Pilar y Vicky los que necesiten, a Ramiro y Luis los que puedan servir sobre cine. Mis discos de Los Rolling Stones, a Guillermo Lemos. Y ojalá que algún día puedan publicarse los libros sobre mi adolescencia que escribí con tanto esmero: El atravesado y Que viva la música . Eso y que por favor incineren mi cuerpo : ser devorado por los gusanos sería peor que seguir viviendo (…) Cali, Colombia, 1975 Extracto carta de des