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Mostrando entradas de mayo, 2015

Estación

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Escribe, hazlo Si tienes alas, por qué no volar Atrapado El alma de los seres sale en el invierno Y aquí no deja de ser verano

Cortadas

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Sensibilidades heridas, desgarradas. Historia común y existencia ancestral. Todos luchando desde que pudieron despertar. Sensibilidades intactas que no existen, no se ven, nadie sabe dónde están. Sensibilidades por una tierra duradera, por vida plena, por la necesaria libertad de la tristeza. ¿Somos todos heridos? ¿Lo estamos? ¿Nada podemos hacer, sino vivir e intentar sanar? ¿Será que esa herida nos reúne, nos convoca? ¿Será esa desgarradura total la única forma de integrar? Lo cierto es que de los heridos surge el reino del arte, el desdén de la creación y la conmoción de los actos. Quien más herido, más verdad incluye en el color de sus ojos y en el brillo que lo precede. Quien más herido, tal vez pueda mirar más allá. Allá por el horizonte. Y pensar en que algo llegue a pasar. Algo que lo afecte, que lo enternezca, que lo quiebre. Asumo la herida humana. No por entender la sociedad, sino porque soy parte de esa herida urbana. Soy una pieza más de piel desgarrada por la inf

Escribo

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Escribo porque tengo una necesidad innata de escribir. Escribo porque no puedo hacer trabajos normales como lo hacen otras personas. Escribo porque quiero leer libros como los que escribo. Escribo porque estoy molesto con todo el mundo. Escribo porque adoro sentarme en un cuarto todo el día escribiendo. Escribo porque puedo participar de la vida real solamente si la cambio… Escribo porque tengo miedo de ser olvidado. Escribo porque me gusta la gloria y el interés que el escribir conlleva. Escribo para estar solo. Quizás escribo porque espero entender por qué estoy tan, tan molesto con todos. Escribo porque me gusta ser leído. Escribo porque una vez que he empezado una novela, un ensayo, una página, quiero terminarla. Escribo porque todos esperan que escriba. Escribo porque tengo una convicción infantil en la inmortalidad de las bibliotecas, y en la manera como mis libros están en el estante. Escribo porque es emocionante convertir todas las bellezas y riquezas de la vida en palabras

La normal diferencia

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No señores, no. No confundan. No son diferentes, son así. No señores, no. Deben trabajar y lo hacen con gusto. Se ocultan, mienten, pero producen. Deambulan solitarios en medio de mentes aprendices. Y mientras… Leen, escriben, investigan, publican, crean conocimientos, crean palabras, crean mundos que de imaginarios se transforman en realidad. No gente. No publican fotos de sus cuerpos. No tienen implantes ni exoesqueletos. Ven personas y ellas a ellos, pero nada de eso es importante. ¿Por qué una selfie? ¿Acaso no tienen nada que crear? Todos tuvieron kínder, ¿verdad? No, no viajan a puro hueviar. Viajan y crean, van a universidades y congresos. No hacen tráfico, hacen conocimiento. Son seminarios, son charlas, son centros de estudio y revistas. Son tocatas, galerías de arte, museos, esquinas y calles. Es a veces la búsqueda de sus propias vidas. Y mientras… Se ocultan, mienten, pero producen. Sí. Fueron de drogas, pero con las mejores notas. Sí, salieron mucho

Vacíos sueños

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Esto era entonces ese vacío Ese medio famoso estado de muerte vital Como sobreviviente con hilo de respiro Como un animal en la ciudad Este es el vacío de los fluidos de sangre Muerte Solitaria, lenta, eterna Una muerte no anunciada Hija de sonrisas que no se pueden tocar Manos ajenas que sondean espaldas Que abren las garras y entierran miradas Ironía urbana Total soledad Todo fue dicho al abrir y cerrar de ojos En cada cruce, en cada ansiosa mirada implícita En cada roce de cuerpos con distinto final Solo baste una sonrisa El detalle de los sueños Sueños extraños de mentes perdidas Esos sueños que se cumplen Pero nunca como se esperan Sueños sin final

Día de…

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Sonia, la madre de Ariel y Carlos, era ruda y mal educada. Su pasión era pelear y su mayor orgullo golpear a alguien. Su rostro era duro y sesgado. Siempre el ceño fruncido y los ojos fijos. Parecía un animal de pelea, un perro –perra- de caza. Era baja, muy blanca y tenía una voz aguda insoportable evidente en casi todo el pasaje. Paula, la madre de Paulina y Mariana, era gorda, promiscua y arrebatada. Siempre en la calle, parques o plazas. Su vida estaba más afuera que dentro de la casa. Vibraba con cada hombre que la besaba. Enamorada hasta los huesos. Siempre hubo un nuevo padre que aprender a saludar. Silvia, la violentada. Madre de Viviana, Patricia y René. Su vida estaba en la venta ambulante. No era mala, sino tonta. Queno, su marido, la golpeaba más que a una pelota. Siempre estuvo en las esquinas llorando. Nunca se divorció y siempre aguantó. Incluso Sonia un día llegó a golpearla. María Carmen, la del frente, madre de chico Aldo. Flaca hasta decir basta. Histérica y

Temor a la vida

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La primera vez

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