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Mostrando entradas de febrero, 2021

Nadie es culpable

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No lo entiendo del todo, solo tiende a ser constante, una especie de corriente, un devenir, un acontecer. Un ritmo pulsado, un latido, un espiral. Un camino, un sendero eterno, un destino con futuro abierto. No lo entiendo, creo que es así. Carezco de estudio en esto, soy honesto. No sé bien cómo explicarlo. Ha de ser energía, algo más que materia y emoción. Una luz adecuada a la mejor versión de cada uno. El origen. Una glándula, tal vez. Un viaje donde se hace todo bien, o todo mal, o todo se hace.  Las mareas portan una constante. Las personas están y desaparecen. Las corrientes van y vienen. Los animales migran. Algunos buscan el sol, otros montañas. Ser como el agua y el viento. Sutil desconcierto. La oscilación habita y se expresa de forma infinita. Exacta como la luna. Tal cual el corazón, tal cual el tambor. El pulso original, la cuerda, el genuino movimiento. Dualidad de base en múltiples contextos. Así como se ama, se puede odiar. Una determinante. Un rumbo por sobre nuestros

Crítico diario

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(cada párrafo, un día, cualquiera, sin orden ni contexto)      Período crítico, sin duda. A la breve distancia, ahora, es posible de despachar. Qué será que pasó que ahora casi todo tiene sentido. Casi, nunca todo. Estas vueltas no van a terminar. Es un espiral eterno donde nadie tiene la culpa . Me encanta ese título.       Me siento relajado, en paz, en confianza. Esto va resultar bien y me hará bien. Mi sensación es de calma, tranquilidad. Ejercitar es simple, mantener la regularidad es lo que cuesta. Mantener las manos arriba, aguantar el aire, revolcarse en corrientes de nervios y ansiedades. Inhalando, exhalando, perdurar y vivir. De igual modo, alimento esperanzas. No quiero hacer de esto algo incómodo.Temo a sentir mal, a no sentir, a molestarme. La ira, aquella que ha quedado atrás, menos mal. Esa eterna sensación de incomodidad.            Día extraño, estoy molesto, incómodo. Normal, a decir verdad. Las cosas no salen como quiero. Deseo escribir bien y ser publicado, triunfa

Quito

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No sé qué decir de Quito. Es grande. ¿Es hermoso? No lo sé. De no ser por las personas de Venezuela, no tendría nada alegre que decir de aquí. Los quiteños no son muy cordiales, no son alegres y no parecen ser muy seguros. Son algo parcos, callados, pa dentro. Son un poco como los bolivianos o algunos peruanos o chilenos. No he tenido la oportunidad de conocerlos mucho, pero cada vez que he estado en Quito, mi relación es con los venezolanos. Y estos, de tan expresivos y explosivos que son, no dicen muchas cosas buenas de quienes viven aquí. Los entiendo. Aquí como que hay desconfianza, no te quieren conocer o no te quieren hablar. Miran distante, casi nunca a los ojos, son re cartuchos, serios y paranoicos. Siempre con una excusa para no conectar. Alguien entretenido debe de haber, sí claro, demás, ojalá, pero bueno, no veo quién.  Aquí un chileno medio que se ahoga, no tanto por la altura, o además de la altura, sino más bien por la lentitud y la hipócrita tranquilidad. Esta gente la