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Mostrando entradas de enero, 2013

Hogar, dulce...

Hasta mis nueve o diez años estuve en medio de una feliz familia nuclear. Padre trabajador, dueña de casa e hijo único. Habitamos una casa pequeña entregada por el Estado. En 1986. Mi pieza tenía 2,5 mts ² . La   casa era de construcción a medio terminar. Casas pareadas donde se juntarían personas desconocidas y arreglarían a su antojo los espacios. Resultando un barrio clase media baja en los márgenes de una ciudad pequeña. Calles de tierra. Cero urbanidad ( urbanidad cero suena pésimo). Precario. Pequeño. Básico. Entregado por un militar con carpeta en mano con una llave en su interior. Sin diseño, sin edificación, sin planificación. O con qué tipo de planificación. Estructura incompleta pero con posibilidades de ampliación . Una mierda de lugar. Un muladar que sacaba lágrimas de emoción a algunas dueñas de casa. Al entrar miré el techo que estaba muy cerca. Eran ladrillos a medio unir. Sin cemento entre ellos. Lo primero que pensé fue que ahí se juntarían muchas arañas. Ha

Reproducción

De niño más bien solo miraba. No tengo recuerdos de haber pensado algo. Lo que siempre se viene a mi mente fue cuando aprendí abrocharme los cordones. Nunca he podido sacar eso de la cabeza. Un compañero me dijo cómo y lo hice. No recuerdo su nombre. Me parece que fue Javier Cano. Fue en la escuela. En primero básico. En la D-666, República de Israel, donde –entre otros castrenses himnos- me aprendí a represiva fuerza cognitiva e identitaria el de Israel. Recuerdo en esa escuela que otro compañero de curso me dijo que una palabra tenía acento. ¿Acento? Y había que ponérselo. Fue Damián Salazar. Quien con el tiempo –dado su fenotipo- sería conocido como trompetero . Acto seguido dibujó una raya sobre una letra. Nunca he podido olvidar eso. No es que quiera. Es un gran recuerdo. Creo. Es de los más nítidos. Eso. Recuerdo además mi primera palabra. O sea, la primera oficial. Académica. Entrenada. Gramaticalmente comprendida, digo. Fue la palabra león . No sé por qué y tampoco sig

Imagen

Golpeo a mi gato tal cual lo hacía mi madre cuando enfurezco. Asco...   ¿Una imagen..? Pasos en aceras de ciudad. Baja luz. Noche. Hombre que camina. Solo se ven sus piernas y algo de la espalda. Cabeza gacha. Manos en bolsillos. Audífonos en sus oídos. Sonrisa leve que solo se amplía cuando llega a recordar…

Dukesa

Alba. Aurora. Yuria. Extraterrestre urbana. Luz nocturna. Mujer entre paredes de luces. Creando colores con su vista. Prevencionista. Antídoto de las hormigas asesinas.   Luz que protege. Como clavas de fuego sobre el cuerpo. Bajo ese calor que calma y exalta un corazón. Duquesa de ciudad. Garras que se respetan. Que no se gritan. Que se cuidan. Se liberan.

Fase II

Salí de camino a un mundo. Estaba en la montaña. De noche. Frío. Pero no incómodo. Sin malestar. Una noche estrellada. Limpia. Fresca. Suave que permitía ver todas las estrellas y más de ellas. Baje la montaña solo a pie. Mis zapatos tocaban piedras pequeñas. Algo de tierra sin resbalar. Bajé rápido. Miré hacia arriba constantemente. A cada paso quería mirar el cielo. Ver el espacio y mirar las estrellas. Al bajar estaba en sus faldas. Algo ya más seco. Todo era más seco. La noche despejada dio paso a un día soleado. Lleno de un sol inmenso. Como el dios que es el sol. Esparciendo brillo amarillo en todo rincón del espacio. Llenado cada recoveco de la vida de todos los seres ese día sobre el planeta. Al caminar divisé la pampa. El desierto norte. La vida pampina. Los fantasmas empampados y abuelos que nunca quisieron irse del lugar. Imaginé que podía encontrar al Fantasista [1] . Pero no llegó a pasar. La pampa cedió al desierto más puro. De arenas sueltas y volátiles. Qu