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Mostrando entradas de agosto, 2010

Deten – i – miento

Feliz en manos y abrazos desconocidos. Esperados y añorados. Lienzos de sentimientos lanzados a un vacío eterno. Una permanente permanencia de un movimiento que no permite detenerse; parar a pensar, o a amar siquiera. Quisiera apartarme de ese sendero de vértigo. Pero nada convence de que sea incorrecto. Enorme es el bienestar en el mundo del aire. En la vista del viento. Donde se habla con un sol y se reporta la fe en el atardecer. Feliz se es a ratos en esos terrenos. A veces sólo se hace un alto a un costado. Como para recordar el mentado plan; si es que alguna vez lo hubo. Esa esclavizante y materna ciudad. Que a veces odias, pero es a la vez inevitable. La vida ha sido en ella. Constituye cierto destino. El hábitat de los otros hablantes. Incluso algunos queridos; otros varados en alguna orilla del camino… otros quizás quién sabe dónde fueron a parar, si es que lo hicieron. Y he ahí la guerra. Seguidilla de batallas ya muy larga. Medio inentendibles en instantes. Pero conocidas

Natasha

Hoy el recuerdo. La imagen que lleva a extrañar. Al descontrol del latido y los flujos. Al desosiego de la luz de los ojos. Estás ahí; ¿sigues ahí? ¿Respiras? ¿Miras así de bello aún desde tu rostro? Me fue difícil ver hoy tus retratos. Pude evitar su logro. Pero aún así te extrañaba. Cómo no iba a mirar. A veces creo conocerte. Mucho que no sé de ti; o que no te tuve así de cerca. Y hoy apareciste. Pequeña y hermosa. Fresca, contenta. Irradiando una absoluta y delicada felicidad. La alegría que portas y que a veces te abandona. Pero que nunca sueltas. Borré de mis artefactos lo que a ti me comunica. Lo hice rápido; sin mucho pensarlo. Una decisiva vacilación. Y no quise observar tu cuerpo y sus posturas en los paisajes. Pero tu sonrisa me fue inevitable. Tus ojos chiquitos mirando la belleza retratada. Disfrutando de un sol, de una playa, de una mañana. Posando en arenas no muy lejanas. Cerca de manos ajenas; que merecen ser cortadas. La bondad de una actividad incomprendida. El r

Segmento de informalidad

No hay hogar de letras. No existe felicidad. Sólo momentos. Trozos de tiempo determinantes. Y se convierte el cuerpo en esclavo. Sin sentimiento, sin expresión. Sin actos correctos; los de ellos; los oficiales; la vida. Ambición e ignorancia. Con libros a su haber. Animales artificiales; especie única que expele poder. Y conocimiento genera. No existo. No a la urbe. No a sus mandos. Menos sus mandatos. Sí a los brazos suaves. Al motivo de la existencia terrenal. Odio la formalidad. Amo los sueños transportados. Los pies para saltar. Incluso mi ilusión informal. Que no suena sus zapatos. Aborrece horarios. Intenta respirar. Bella es la informalidad. No socava un mineral. Sí roba de lindas casas. Incluso hurta frazadas. No un acopio de dinero. Pero sí la evidente codicia. El aire que no les enferma. Que permite hidratar. Luz a una vida. Inconformidad idealista. Ira alerta. Libertad tardía, pero observada. La informalidad como afrenta. Postura contraria. Rol ancestral. Revuelta pers

Estado de furor

Imagen
Afrentado en dudas y deseos. Como una figura sin trascendencia. Como un ser que debe escuchar. Interpelado bajo supuestos que constituyen etapas. Que pretenden una veracidad no ameritada. Puesto en posición de objeto. Interpretado a partir de colores y formas. ¡Cómo si existiera en ello legitimidad! Aun así me dispuse a escuchar. Asumí cierto merecimiento. Extendí el tiempo en saber algo más. Y valorar. Oír aquello que se habla o se escribe. Enfrentar el propio estado mental y el que no es mental. Ver en la palabra una probabilidad de expectativa. La emergencia de comunicación. Expúseme. Y no fue un parabién. Algo significó entonces. La actitud de conocer a una persona. Sus letras y sus penas. Su antipatía. Todo su ademán de certidumbre.  

Lo que es un día

Desde la agonía nocturna del desvelo. Trozos de recuerdos y deberes golpeando los ojos; o el destino de lo que observan. Haciendo tardío el descanso. Generando movimientos. Girones que son cuerpos estancos en el limbo de la incapacidad y el desconocimiento. Pretendiendo apaciguar la ilegítima crisis mental con placeres impúdicos y disciplinantes. Hasta que los párpados del cerebro logran apagarse. Y surge la inexistencia de dormir. Se abre con una luz gradual; casi de gris a blanco; según la estación. Y aparece la irritante inhabilidad de comenzar. De actuar bajo instinto en el circuito impuesto y del cual se es inadaptado; el contexto urbano medido por el paso marcial de los horarios; por el cual transita uno que otro esclavo; y muchos que desconocemos serlo. Participando de la danza que devora el color del cuerpo; y que a algunos corta su pelo. En todo segmento de realidad; en la fotografía de cada momento. Emergen de la oculta y represiva vieja educativa. Los líquidos fosilizados d