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Mostrando entradas de septiembre, 2017

Lo que dan por muerto

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Soy hombre y un objeto, una unidad, un sentido Soy lo que dan por muerto, ido, acabado, interfecto Bestial y acongojado, desbocado pordiosero Hedonista, egoísta, un tipejo Sensible y cariñoso amuleto Un ser sin destino, sin tiempo, sin respeto Un ser que nace en su inmolación y entierro   Sobre camas, pisos, muebles movedizos y honestos Dejando en cada espacio algo del cuerpo Un recoveco estético, ético y siniestro Muerto en lento sendero ontogenético Soy quien no quiero y no puedo dejar de serlo Soy de aquellos seres que no protejo Y así es durmiendo sin miedo, con o sin techo Solo porque así lo quiero, respirando, absuelto Con o sin orden, descanso a veces sin sesos Soy como uno que aguarda el fin de los tiempos La destrucción del odio, del corazón, del universo Soy uno más de miles de encierros Lo que dan por muerto Todo lo que pudo ser un gran sueño Soy hijo de un destierro, padre de un impulso violento Un ser sin rostro, sin mor

Hampa familiar

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Una vez adentro, solo, sentado, miraba el espacio chico de esa camioneta hedionda y mal cuidada. Había rastros de sangre, escupos, orina y otras basuras. Pensó en todos los seres que habían estado ahí tal cual él ahora. Tal vez alguno fue un maleante famoso. Miró por una ventanilla y captó que el vehículo estaba dando vueltas. Habían vuelto al mismo lugar. De pronto frenaron, abrieron la puerta y entraron esposados el señor de las paltas (y los motes) y su hijo, un incipiente ‘choro’ local. Todo mal. El hijo era flaco y chico, parecía jinete o rider de motociclismo, pero maltratado por la vida. Hecho mierda en realidad. Era algo así como ‘lo que botó la ola’. O sea, un huevón mal. Parecía orco, gárgola o insecto, pero del infierno. Muy a mal traer. Era pastero, desertor escolar y delincuente. Tenía un aliento asqueroso y estaba completamente sucio. El señor se sentó al lado y el hijo –la rata- en frente. El señor éste, el papá, el vendedor de paltas, ése no, ése era

Días de trabajo

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Suena patéticamente perdedor todo lo que tengo de decir y aún así merece un lugar en la historia. Parte de ello me divierte, lo asumo, pero no me enorgullece, solo me gusta. No tengo nada más que contar, por lo demás. Todo parte en los deseos de negar la vida social, sus relaciones, sus personas. Así también en la insuficiencia personal, la falta de cultura, moral o educación. Es parte de todo defecto o ausencia que determina el nivel de desintegración que pueda tener una persona, al menos en este modelo de vida que me circunda. Al menos yo en este modelo de vida que nos circunda. En este territorio, aunque no se diga, la mayoría asume que fracasar en pareja es justamente eso, fracasar. Y que la vida en soledad puede llegar a destruirte. Puede que algo de eso exista. Pero más allá de lo negativo, el fracaso, si existe en realidad, es decir, si es un hecho objetivo, entonces carece de cualidad moral, más aún carece de dualidad. Hacer vida en pareja es una forma hermosa y una