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Mostrando entradas de octubre, 2011

A mí estrella

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Disculpas debo. Mil disculpas a la fuente de mí amor. Solo no estoy dice el sol. Y tiene mucho de razón. Hace ya un gran tiempo que camino junto a su corazón. Así entonces declarar la soledad ha dejado un sinsabor. No ha de ser correcto. Menos aún certero. ¿Cómo solo si voy de su mano? ¿Cómo triste sin con ella soy feliz? No más silencios. No más prisión. Soy de su vida y vivo de su amor. Felicidad. La he buscado y la he encontrado. Brilla como sol sobre el mar. Una luz irradia de su rostro y corazón. Sonríe para mi vida. Me abraza y obsequia calor. Así entonces la soledad es un misterio. Un mito alojado desde historias de encierro. Una errónea verdad que debo yo soltar. Dejar ir y dejar volar. Luego tomar y no soltar jamás esos pequeños brazos que estéticos se mueven. Que calman mi espalda. Que me hacen expulsar dosis de alegría. A esa mirada pertenezco. A esa piel que sabe a miel. Al deseo que surge del corazón. A sus sueños que claman compañía. A nuestro destino. A la

Formas de decir-lo

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Hoy me preguntaron si era feliz. Si estaba enojado. Si me encontraba cansado o acaso estaba enfermo. ¿Qué rostro es el que tengo? Bajo escaleras. A nadie veo pasar. Muevo mis ojos y mi boca. Pretendo así participar. Creo vivir. Pero me gustaría de otra manera. En otro lugar.   Subo escaleras. Me remito a observar. Pero nunca escuchar. Leo. Escribo. Creo a veces temblar de agonía. Y eso que he dejado de fumar. Huyo. Me adapto. Odio e ironizo. Nada recuerdo. Todo llego a olvidar. Vida no tengo. Solo personas que respiran. Que a veces están. ¡Felicidad! ¿Qué es eso? ¿Una fruta que pueda comprar? Sí, muy feliz me encuentro. Enfermo estoy de alegría pasajera. Estar cansado aborrezco. Corro. Salto. Golpeo. Sudo en el rostro. Veo personas escapar. Muevo mis ojos hacia atrás. Me excluyo. Me oculto. Retrocedo. Vivo. Muero. Vuelo por escaleras. Veo rostros e injurio sus miradas. A nadie oigo. A veces a mí papá. Tiemblo de noche. Sigo así de día. Dejo las píldoras y demás drogas. M

Vacíos

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Situado. A pura pelea. A puro reclamo. De calmo nada. Tenso en horas claves. Declamando funcionalidad. Demandando atención, cariño y amor. Nunca tranquilo. Apestado de la urbe. Memorizando hasta los ruidos. Queriendo salir por cualquier puerta o ventana. Deseando llegar a un lugar con sol y brisa de mar. Donde sonría. Donde por más de tres días se pueda ser feliz. Se pueda al menos aspirar a vivir. Solo hoy. Así. Tal cual. Sin nadie en quien confiar. Sin personas a las que se pueda molestar. Sobreviviendo. Nada más. Respirando, sí, por inercia. Por costumbre cultural. Y por necesidad biológica. Miro y nada hay. Solo vacíos departamentos. Una luz que brilla desde el mar que cautiva lo que pueden ver mis ojos. Y miro más allá para encontrar lo que deseo. Y sin embargo las personas guardan sus cabezas. Se ocultan. Abandonan. Dejan que se transite por la vida con una suerte individual. Y así a nada pertenezco. A nadie. Solo a una historia. A un destino que nunca terminará.

Esclavitud

Un nuevo estreno en la arena de los deseos. Otro paso de amor. Otro juego. Otro impúdico momento de seducción. De lasciva libertad pura. De ansío violento. Un acuerdo. Un contrato de pasión que da alegoría a los cuerpos. Que deja la mente explotar. Que las neuronas ardan. Que se quemen hasta las venas. No es rapto. No es trasgresión. Es esclavitud. Es el sometimiento del calor. La sumisión de la libídine al placer de manos y objetos. Y está ella habiendo sido antes imaginada. Medio silente. Medio ansiosa. Sabiendo que algo le pasará. Lo cual no quiere evadir. Sino disfrutar el fuego de su destino. Otro episodio de sus sueños.   Obediente. Deseada. Saboreada hasta más allá de su piel. Utilizada en desenfreno. Atada en sus manos. Apretada a la pared. Manoseada en su espalda. Mordida en su cuello. Empujada en sus piernas y su cintura. Natasha gime y se contornea. Sufre pero no escapa. No puede observar. Solo puede sentir y experimentar. Es una cautiva. Una pre

La noche de las sensaciones

El segundo rapto de su vida. El recuerdo del primer rapto de su vida. Misma víctima. Misma victimaria. El plan urdido para amar. Para romper el cuerpo del otro. Como si quisiera estar dentro. En medio de la vida. Entre sus fluidos. Sus olores. En el eco del sonido que emana de sus bocas. Niña que se viste de leona. De sedienta vampira. De mítica pareja que clava su marca en el corazón. Que ordena. Imagina y crea iluminada por la baja de luz de la ventana. Envuelta en música para la ocasión. Deseosa. Deseada. Llevada por el fuego interno que da color a su pelo. Seguida por la mirada, el cuerpo, la pasión. Por el respiro acelerado del feliz torturado. Con las manos bajo prisión. Rapto de dolores distintos. De ceguera extasiada. De múltiples muertes pequeñas. De olor a pelvis. A entrepierna. De espaldas sudadas sin frio que las pueda cortar. El mágico juego de sexo. De seducción. De amor infinito. Del ingenio fogoso de extremidades libres. De mentes ideales. Incomprendida

Permanencia

Son más un cúmulo de incomodidad y alegría. Sentidos que viajan. Oscilan. Se despliegan y desplazan entre recovecos corporales. Se huye. Se escapa. Se entrega el corazón y se repliega la sangre con la irresolución. La vista fluye a varios puntos a la vez. Necesita de la atención. Del cuerpo sin abandono. De la entrega absoluta sin condicionantes ni consecuencias. El amor que se deja ver y se oculta entre sombras de hormigón y cemento. Entre las calles de la ciudad. La insatisfacción es la norma. La obsesión por contar con los deseos. Por ver realidad los sueños. Porque cada rostro fije su mirada donde quieres que vean tu propia vida. Me carga el abandono… Me seduce la imaginación…

Tiempo extenso

Los días están pasando muy lentos. Se hacen largos. Se extienden más de lo que recuerdo. Ya he hecho mucho y aún queda tiempo. Y me latea esta rutina. Me apena no viajar. No sentir viento en mi cara. No mirar desde distintas ventanas. Todo ya debiese terminar. No durar más de lo que satisfacción produce. ¿Acaso he de hacer otras cosas sin placer? ¿Sin la plena vocación? ¿Sin sentir que pongo alas a la espalda? Aletargo. Alienación. Aromas que ya no aguanto. Colores que es preciso variar. Espacios demasiado transitados que no cambian ni producen magia. Que solo se adaptan. Que solo funcionan para hacer lucrar. Me extingo. ¿Cómo ha de ser tan costoso respirar? ¿Es mucho pedir querer ser feliz?