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Mostrando entradas de abril, 2011

La libertad

Un baño de libertad. Una erupción del alma que vuela vacilante en la urbe de la moral. Una bendita alegoría. Una manifestación. La bella konciencia okulta que no se apaga. Que golpea hasta emerger para salvar a la ciudad. Avanza eterna, lenta y confundida. A golpes y caídas personales entre medialunas de ñoños y juiciosos. Reconoce ella La Magna Libertad que sede en su camino asfaltado hacia la muerte. Que a ratos prefiere huir y mezclarse en la jauría. Aspirar incluso al logro material. Mas no por vocación alguna, sino por ahorro de energía. Pero así choca y se estrella. Y el cuerpo reclama sanidad. Una bifurcación alterna reñida con la moral y a veces con la justicia. Una súplica más antigua que los días de escuela. La necesaria pertenencia al reino de verdad. La libertad acelera su paso. Llega a golpear las puertas luego de aplastar personas. Corre, salta y aporrea. De tener armas vendría a matar. A eliminar la vida de los que no cuestionan. De los que afirman y enjuician desde su n

Odioso lamento

Será un intento de unificación. De lo público y lo privado. De lo que da a comer y aquello que se sueña luego de comer. Escapar de la oficial matanza de neuronas creativas que acontece en la celda de los libros. Pero qué saben éstos de libertad y de utopías. Apenas entienden las palabras de los príncipes de luz propia. De aquellos que de tan libres optaron por dejar de respirar. Debí hacer algo idéntico hace ya un tiempo. Pero perdí mi hora pensando que podía cambiar las cosas. Creyendo que el mundo tenía espacio para mi agilidad. No advertí que los mensajes se oyen mejor cuando ya no existe cuerpo que los emita. Y así entonces la voz pasa a ser un mito de juventud. Y heme aquí frente a rostros tiernos e incrédulos. Mentes que asumen que no les miento. Que confían incluso en mis lamentos. En mis resentimientos y sueños inconclusos. Ilusos. Les divierte la ironía que escapa de la pena y la soledad. La seguridad que otorga vivir en las calles y pelear por no ser humillado. Por obtener a

Tres nombres

Si tan solo ella viese. Que detrás de cada mirada desviada y cada técnica palabra. Va inscrita la magna fuerza que une a dos personas. Diferentes ellas. En cuerpo, alegría y temporalidad. Hasta de su música le hablaría. De sus colores siempre en el mismo orden. De aquello que piensa cuando el humo entra a su hogar. A su grial. El esfuerzo está en no ir a su cuerpo. En no llevar la cabeza al destino de sus pies. Más bien no mirar su trasero. Sus pechos y sus ojos pequeños. Pero seguir cada partícula de respiro. Cada paso que atraviesa ese largo montón de pelo. Y el cuello bajo el. Abrazado de un aroma. Una mentada feromona. Cobarde anomalía en medio de la elegante cena. Donde platican la moral con el formal. El espacio cerrado. El que pretende emular una extranjera normalidad. Anomalía por ser patética escena. Donde no hay instinto animal. Solo la vigía sigilosa. Cauta en demasía. De sentimientos en un acto. La toma donde el macho debiese masticar. Cobarde por objetiva. Por eviden

La Aovon

La del fuerte apellido que se dice fuerte. Inteligente y presa de salivas puntiagudas. Ñoña que sin lentes de existencia se transforma en la doncella de una cama. La más deseada seda en una mañana con olas de playa y pura luz natural. La carne más exquisita para permanecer con vida. Y comer de ella toda la vida. Sin nunca dejarla. Hasta que ella te despida. Ahí estaba ella… Ahora, viendo su urbana sonrisa, me permito desear su piel. Ver su figura crecer tras la sombra de lo informal. De niña a mujer. De bella niña a bella mujer. Cuerpo de ternura eterna que quisiera con dientes en sus piernas. Luego de mordiscos de incredulidad, emoción y calentura. Ahora que la veo… Me doy cuenta que vi su rostro repetidas veces. Cada vez con simpatía y admiración. Con ocultos deseos que van a perderse en recovecos mentales. Aquellas piezas de metal que luego de educarse no puedes evitar. Y entonces la solución fue siempre no esperar la transformación del lascivo pensamiento. Sino cambiar