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Mostrando entradas de septiembre, 2011

De piscis a acuario

Si de Era se trata. Los cambios se advierten. No quiero latear con el desastre globalizador. O con la alineación de los planetas. Sino relatar el estado mental. La sensación corpórea. Las ganas de cambiar casi todo de la vida. Menos la piel de Natasha. Menos su corazón y su sonrisa. Eso jamás deberá cambiar. Así se percibe. Con la alta tensión de la urbanidad. Con la calma incoherente con la vida de la ciudad. Con seres humanos desgastados. Individuales. Deseosos de material. De lujuria y estratégica descomposición. No interesa la moral. No me interesa la moral. Sí las malas artes. El pésimo gusto. La falta de ideal. Y las simples carreras que devienen en el dinero que vas a ganar.    El estómago se queja. Cada mañana. Cada nuevo día de extraña luminosidad. En los respiros no hay respuestas. Aquejan los mentados deberes. Las ansias de llegar. De hacer lo que se quiere. De contar con el deseo tangible al momento de ser éste parte del cuerpo. Del corazón y la mente. ¿Será que n

Arribo

¿Y dónde está la mentada tranquilidad? ¿La satisfacción y la seguridad? ¿Y no es acaso que salir de la ciudad te permite respirar? ¿No debía ser un retorno colmado de energías? ¿Cómo entonces, lejos de eso, llegó a ser solo un cúmulo de sangre que pide expulsión? ¿Que viene a liquidar? Escapando de llantos soñados. Imágenes neuronales que vaticinan magros instantes vitales. O quizás también la urgencia vital de plena alegría. De dosis diarias de prosperidad. Y así despertar helado. Golpeado. Sangrando de forma invisible. Con miedos. Torrentes de preguntas. Culpas que batallan a las respuestas. Malestar estomacal. Asumiendo la presencia de un enfermo. De un ser que aún no puede salir corriendo. Que no logra pedalear. No como Ariel Roth [1] , a lo menos. Lo que grave se torna en la urbana actividad. Paralelo es cierto brillo de sol de verano. Fino como el reflejo del mismo en el mar. Una luz y un abrigo. Un polerón vitamínico. Una voz segura que milenaria repite

Palabras del corazón

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Qué haría yo sin su sonrisa. Sin su belleza. Sin ese entorno estético hermoso que deja por cada lugar que se desplaza. Llevándose todas mis miradas. Mi vista eterna puesta en ella. Mis ojos que brillan al seguirla todos los días. Durante toda su vida. Ella es mi Natasha. Mi Natashita. La niña más hermosa que habita en la tierra y fuera de ella. La mujer de mis sueños. De mis deseos más bellos. ¡Cuánto la quiero! Su piel es un jardín de aromas apasionantes. Atados a la suavidad que solo ella logra poseer. Es una dama de danza cósmica. Más bella que todas las estrellas. Más linda que el mismo sol. Más brillante que la luna. ¡Cuánto quiero yo a Natasha! Se ha transformado en el amor de mi vida. En la única mujer que no quiero nunca soltar. En la musa de mis viajes. Mi compañía en hermosas mañanas. Unida a mi alegría. A mí felicidad. A mis ironías y mis tristezas. Toda una vida quiero yo pasarla con ella. Qué haría sin su sonrisa. Sin su felicidad esencial. Ese

Fastidio de ciudad

Cómo un solo paso fuera de la pieza puede llevar a querer dejar todo e irse de este lugar. Ver escupitajos en medio de patios de comida. Hombres esparciendo bacterias en medio de gente. Perros que rozan su cuerpo con las piernas de las personas para aliviar su tiña. Seres que pretenden estudiar. Que no entienden lo que oyen. Que no les interesa realmente aprender. O siquiera algo lograr en su miserable vida. ¡Qué lata! Quiero salir de este lugar. Quiero estar fuera de este espacio ajeno. Donde se jactan algunos de oír las malas artes de Chayanne [1] . Como si aquello fuese la gran virtud de sus decadentes oídos. Y lo hacen hasta de mala forma. Queriendo molestar a quienes –como yo- tenemos cierto gusto y cierta dignidad. Son una lata. Son una molestia en la vida urbana. Llenando sus escritorios de imágenes de Jesús crucificado. Sin saber siquiera la historia de ese proceso. Menos la veracidad de un virtuoso como él. Prendiendo velas con aromas para que no les vaya m

Contracultural

¿Qué cosa es aquello que te obliga a actuar sin deseo, sin placer, sin la mínima injerencia de la vocación. De la alegría y la virtud? La decadencia… ¿Cómo entonces no ha de ser maldita la fuente de los pecados, mencionados como tal. La alegoría del martirio. El ofrecimiento eterno de “la otra mejilla”. El amor a tu enemigo. La pretensión de celibato. La inmoralidad de la prostitución? El catolicismo… Que claro quede en las miradas, corazones y reflexiones. De Jesús como persona histórica la mejor de las opiniones. Del Cristianismo. De Roma. Del vaticano... la peste de la urbe occidental… Que muera el Papa. O a lo menos que reconozca su indecencia. Y qué… Es como todo… Hay cosas que ni que… ¿Tengo o no tengo razón?

Inflexión

Basta. De sentimientos y emociones. Entiéndase. No basta de sentirlas. Sino de hablar de ellas. No más. Solo conocimientos y reflexiones han de bastar. Ironías. Críticas. Desencuentros y desavenencias. Los sentimientos para mi vida. Para mi amor. Para mi familia. Sea cual sea ésta. A cada tanto se hace plausible un alma alocada que busca honestidad y grados de libertad. Un estado único y duradero. Relajo corporal y caos mental. Desorden que no involucra inseguridades. Sino más bien la complejidad de la cotidianidad. Entonces se trata de Ser. No tanto de estar. Imagino cómo terminar con los equilibrios. Cómo llegar a un espacio urbano-mental que permita retirarme de las personas. Alejarme de todos y de todas. Menos de quien yo quiero. Evitar palabras y evitar miradas. Evadir todo juicio en tanto no los genero. Disfuncional. No hacer tal cual lo hacen los demás. No estar donde ellos. Ser individual. Autónomo. Incrustado en una vida pasajera que no advierte su buena fortuna.

Hoy es 05 de septiembre

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La memoria saca pedazos de la vida. Y éstos duelen al salir. Era imposible que olvidase una fecha como hoy, 05 de septiembre… en el gregoriano. El día donde di uno de los saltos más grandes de mi vida. Y no hablo de pasar de una situación a otra, sino de un salto real. El día que despegué los pies de la tierra de la forma más feliz que puedo recordar. Me tiré sobre el cuerpo de unos compañeros de curso –en aquel entonces- y junto a ellos viví un par de minutos de alegría eterna. De orgullo pleno y de frenética inseguridad. Cómo lo iba a olvidar. Hace quince años un par de amigos   me sacaron de una sala de clases para llevarme al patio del colegio a festejar. A saltar. A que yo saltase de alegría. Y lo hice y lo recuerdo hoy en mi vida. Fue igual que ahora. Con algo de calor y muy poco sol. Pero un vasto universo que explorar. Fue hace quince años. Exactos. Plenos. Ausentes. Quince años de perdida compañía. De consejos mudos. De cuidados del corazón. Pero nunca en presencia re

Caída

Nuevamente cae. Como agua sobre tierra seca. Como nube que rodea una ciudad. La pena infinita. La sombra oculta de la soledad. La eterna fiel compañera. Como las bicicletas. Como el mar. ¿Por qué no tendré alguien para confiar? ¿Dónde está la silueta que mira tan lejos como yo? ¿Que siente el aire en el rostro como la afirmación de libertad? Cae el cuerpo otra vez. Cae lejos del camino. No da un paso más. Solo se instala bajo un árbol. Buscando pensar. Buscando recordar. Mira y nada ve. Ve todo tan lejos que nada se presenta. Y se va a la niñez. Al drama eterno de la adolescencia. A la crítica adultez. Al futuro en medio de tinieblas. No resisto más una caída. Y mientras tengo que –además- oír a estos weones [1] . Mal… [1] Indeseables. Gente que mata mis ganas de soñar. Esclavos más incultos que yo en medio de un proceso donde creen ellos progresar. Mal. Me caen mal. Me apesta ver sus caras. Me latea oír sus palabras.

Eternas preguntas... eternas...

Así es. Así no más. Nada casi nuevo. Nada malo. Todo casi igual. Se pierde un estado de felicidad. Se logra aprender algo más. Algo propio. La propia interna alegoría de los juicios, prejuicios y opiniones dispersas. Aún más mal si se hace con la mayor ignorancia y cierta dosis de ingenuidad. Así no más. Como los niños que aprenden todos los días. Enfrentando vergüenzas y tensiones corporales. Porosidad que se eleva desde la piel. Pensando en una u otra persona. Portando amor. Celos. Displicencias. Queriendo no juzgar a las personas. Menos a quienes en el corazón se lleva. Así entonces. Aprendiendo a pedir disculpas. A decir lo que se piensa. Y matizar si duele la verdad. A enfrentar la torpeza teniendo que dominar una pelota en medio de una sala. Por ejemplo. Por si incluso la vida se torna una esperanza. Aprendiendo a valorar los sentimientos secretos. Los sueños propios y de otras personas. En quienes tal vez –y solo tal vez- se podría confiar. ¡Porque ya no se puede