Un sendero
El oficio de la mano con la magia cotidiana. Llevando atrás el tiempo para encontrar imágenes y olores. Que formen éstos trozos de cosas que se piensan. Para atesorarlas. Que se unan en dosis de estima. De cierto hedonismo. Egolatría. También magia. Y absoluta felicidad. De esa que agarra los sentidos. La química. La mística. Lo corporal. Esas alas de aves sí llevan la escritura legítima. El hacer una actividad de libre hacedor y pensador. Porque así lo propone el cuerpo. Porque es verdad pura que la humanidad sí necesita. Para aceitar la cabeza. La imaginación. De esa que es honesta. De paso instruida. Y situada en un contexto. Y entonces a veces medio ilegítima. El mar muy cerca. Un ruido eterno de miles de historias que contar. Mar donde se busca la propia vida. Sonido que envuelve en compañía de la oscuridad. Con música urbana. Olor a hierbas. A piel quemada. A mezcla de salivas. Aroma a mentes perturbadas cuyos sentimientos son su única verdad. De esa imagen p