Han pasado casi nueve meses. Ella dijo hace unos días que nueve meses iban a cumplir juntos en esa segunda oportunidad de sus vidas. Genial. Enamorados de más. Para celebrar hay que viajar. Es un plan de toda clase emergente oficial. La invitó a San Pedro de Atacama. El Portal chileno. La Puerta de los lagartos. Reyes o no. Da igual. Y ella aceptó encantada. No conocía el lugar. Quería estar ahí y sentirse relajada. Amada. Familiar. Quería, además, ser cabalgada en altura. Dos noches después de ese día tomaron un bus a Calama. La ciudad de los suicidios. Por lo menos su tasa más alta. Se fueron en Kenny a siete mil cada pasaje. Con dos choferes y un auxiliar. Un baño hediondo al final. Pasillo tercermundista. Feo. Funcional. Pero nada importaba. Enamorados están y se besan cada tres minutos apenas salen de la terminal. Se besan y se tocan las partes bellas del cuerpo. Se juran amor eterno. El auxiliar tuvo problemas con un caballero borracho que viajaba en el asiento