La excelencia
Se unen. Confluyen. Conjugan. Tiempo, moral, culpa. Alegría, viajes, libertad. El deseo inconcluso que busca ser realidad. Sin agitar la vida tal cual está. O cambiando ésta de forma radical. Ahí está. Constante. La pena. La rabia. La ansiedad de lo que no se logra ver. Ni alcanzar. Es el apuro. La inculpación colgada de la espalda. Ver a las personas cercanas solo pasar. Creer que nada ha sido cierto. Que se quiere, pero no se entiende. Que se desea, pero no resulta. Que la vida sirve solo de sobrevivencia. Que aquello que adapta se sabe usar. Saber caminar entre las calles y urnas de llamadas. Y solo. Desacomodado. Contrariado. Con sueños y sin educación. Con alma y sin capital. Con las manos atadas en el aire que pasa. Sin ver nada propio. Nada que pueda perdurar. Tenerla sí a ella. Natasha. A él, papá. Para ellos armar la fortaleza. Alcanzar la cúspide y la realidad. Llevarlos a sus sonrisas. Para que puedan respirar. Para que duerman en sábanas tranquilas. Bajo