Deten – i – miento
Feliz en manos y abrazos desconocidos. Esperados y añorados. Lienzos de sentimientos lanzados a un vacío eterno. Una permanente permanencia de un movimiento que no permite detenerse; parar a pensar, o a amar siquiera. Quisiera apartarme de ese sendero de vértigo. Pero nada convence de que sea incorrecto. Enorme es el bienestar en el mundo del aire. En la vista del viento. Donde se habla con un sol y se reporta la fe en el atardecer. Feliz se es a ratos en esos terrenos. A veces sólo se hace un alto a un costado. Como para recordar el mentado plan; si es que alguna vez lo hubo. Esa esclavizante y materna ciudad. Que a veces odias, pero es a la vez inevitable. La vida ha sido en ella. Constituye cierto destino. El hábitat de los otros hablantes. Incluso algunos queridos; otros varados en alguna orilla del camino… otros quizás quién sabe dónde fueron a parar, si es que lo hicieron. Y he ahí la guerra. Seguidilla de batallas ya muy larga. Medio inentendibles en instantes. Pero conocidas