Deambulando. O el acto de anhelar
Despeja, aclara, deja de lado todo recipiente moral. No importa explicar. Más bien sólo la descripción divergente de toda forma de existencia inmaterial determinante de la aldea no humana e intelectual. Hacia afuera o a un espacio con mayor libertad se van las gotas de salino recuerdo y se presenta entonces un cenit de inflexión. Un agujero cuyos aromas se debiesen sedimentar. La ironía rescata la célula que necesita atención. Mas la terapia –de haberla- no posa sus pies en la ironía, sino en la vertiginosa aceptación. En las evidencias de todo elemento que unen las dimensiones de la vida natural y la vida mecánica. Y ha sido un vil triunfo de la moral, de la empedrada edificada de la conciencia social y la respetable seguridad familiar. Ante eso los malos juicios se repliegan y la crítica recula. Mas el miedo es quien en esta confusión opta por desarrollar todo el ímpetu de su instrucción. Y se lleva consigo las fanfarreas y vitoreos de la ejemplar orgánica de la ciudad. Y quién pudie